Si Quevedo "dedicó" a Góngora su famoso soneto "Érase un hombre a una nariz pegado", Forqué hace lo propio con Ramón y Cajal sustituyendo la nariz por un microscopio. La diferencia es que aquí el director trata su biografía con rigor, a partir de la obra de otro médico aragonés: Santiago Loren. Todo queda entre paisanos para homenajear la figura del más grande histólogo español y posiblemente mundial. Y para rematar, una espléndida banda sonora del también turolense Antón García Abril. Por no hablar de cada detalle cuidado en la puesta en escena.
Si bien el primer capítulo es un poco descafeinado - pues se limita simplemente a narrar la infancia y adolescencia del genio -, ya en él se dan detalles de lo paradójica que fue la trayectoria profesional de Don Santiago (ver spoiler 1). Aunque como oscense, evidentemente me sentía más identificado y con los lugares donde se rodó.
Adolfo Marsillach no es que esté bien caracterizado, sino que es el auténtico retrato de Cajal. Por su parte, aunque tarda unos episodios en aparecer, Verónica Forqué borda el papel de la abnegada Silveria.
Incluso descubriremos en el personaje algún borrón que sólo se perdonará al final de sus días (ver spoiler 2)
Mi nota: 8,5