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Voto de XiMeT:
10
8,1
20.886
Terror
Sentado en un banco de un parque, Francis anima a su compañero Alan para que vayan a Holstenwall, una ciudad del norte de Alemania, a ver el espectáculo ambulante del doctor Caligari. Un empleado municipal que le niega al doctor el permiso para actuar, aparece asesinado al día siguiente. Francis y Alan acuden a ver al doctor Caligari y a Cesare, su ayudante sonámbulo, que le anuncia a Alan su porvenir: vivirá hasta el amanecer. (FILMAFFINITY) [+]
10 de marzo de 2009
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pensaba escoger un adjetivo, sólo uno, de entre infinitos y elogiosos, para empezar a hablar sobre esta película. Pero la tarea me viene grande. Quizás Increíble abarca la magnitud suficiente para definirla, mas se me antoja demasiado recurrente para calificar una obra única como la que nos ocupa. Había pensado en Soberbia, que llena la boca y tiene, al mismo tiempo, ese deje majestuoso que va como anillo al dedo al film. He barajado también entre diversos vocablos tales como Magia, Seducción o Eternidad, palabras que suelen ir de la mano de los más grandes y trascendentales momentos cinematográficos y que perfectamente harían justicia complementándola; no en vano, “El gabinete del doctor Caligari” es una de las cumbres del Séptimo Arte. Pero nada. Me es imposible decantarme por una sola.
Así que sin más, vista mi incompetencia para la tonta tarea que yo mismo me había encomendado, sólo me nace empezar con un suspiro y la piel de gallina:
Uf…
De esta cinta se podrían abordar muchos aspectos, desde la puesta en escena hasta la historia en sí, y profundizar en cualquiera de ellos nos empujaría al incuestionable honor de rendirnos a sus pies. En las críticas que me preceden se ha hablado mucho y muy bien sobre sus virtudes: los decorados expresionistas, los juegos de sombras, la atmósfera inquietante, los métodos narrativos e incluso el trasfondo político y otras tantas cualidades que empapan su metraje —un servidor añadiría las teatrales actuaciones, supuestamente obsoletas pero tan expresionistas como sus decorados. Todo ello, perfectamente calzado, contribuye en su justa medida a erigirla como obra culmen e impar. Y sobre esto, decía, poco o nada puedo aportar yo.
Pero si hay una cosa en la que me gustaría hacer hincapié, algo que me llama la atención de sobremanera, es su intemporalidad. Los años resbalan sobre fotogramas impermeables a cualquier desgaste. Es algo encomiable. Es fascinante. (…)
Siendo quisquilloso, por pura y sincera veneración, he de decir que el empleo de distintos tintes no acaba de ser de mi agrado. No sé si se usó con una motivación meramente estética o si bien tenía algún fin narrativo o simbólico*. Siendo así no le veo el qué.
Otro punto a rescatar es la música que se le ha adjudicado, parece, oficialmente. Una composición de corte jazzística; un batiburrillo con bajos, guitarras eléctricas e incluso sintes, empeñada en resaltar la acción hasta la saciedad. No convence. Tiene algún buen pasaje y, se dice, conserva trazas de la partitura original, pero no se adapta al clima visual gestado en el filme. Podría pasar como homenaje contemporáneo. Como complemento en todo caso. Pero de ninguna manera convertirse, per se, en la música que por cojones va a escuchar el espectador en el visionado de la versión oficial.
En definitiva, una película que se erige como Única pero que ha trascendido e influenciado de una manera más que notable a todo el cine posterior.
Una jodida obra maestra.
Así que sin más, vista mi incompetencia para la tonta tarea que yo mismo me había encomendado, sólo me nace empezar con un suspiro y la piel de gallina:
Uf…
De esta cinta se podrían abordar muchos aspectos, desde la puesta en escena hasta la historia en sí, y profundizar en cualquiera de ellos nos empujaría al incuestionable honor de rendirnos a sus pies. En las críticas que me preceden se ha hablado mucho y muy bien sobre sus virtudes: los decorados expresionistas, los juegos de sombras, la atmósfera inquietante, los métodos narrativos e incluso el trasfondo político y otras tantas cualidades que empapan su metraje —un servidor añadiría las teatrales actuaciones, supuestamente obsoletas pero tan expresionistas como sus decorados. Todo ello, perfectamente calzado, contribuye en su justa medida a erigirla como obra culmen e impar. Y sobre esto, decía, poco o nada puedo aportar yo.
Pero si hay una cosa en la que me gustaría hacer hincapié, algo que me llama la atención de sobremanera, es su intemporalidad. Los años resbalan sobre fotogramas impermeables a cualquier desgaste. Es algo encomiable. Es fascinante. (…)
Siendo quisquilloso, por pura y sincera veneración, he de decir que el empleo de distintos tintes no acaba de ser de mi agrado. No sé si se usó con una motivación meramente estética o si bien tenía algún fin narrativo o simbólico*. Siendo así no le veo el qué.
Otro punto a rescatar es la música que se le ha adjudicado, parece, oficialmente. Una composición de corte jazzística; un batiburrillo con bajos, guitarras eléctricas e incluso sintes, empeñada en resaltar la acción hasta la saciedad. No convence. Tiene algún buen pasaje y, se dice, conserva trazas de la partitura original, pero no se adapta al clima visual gestado en el filme. Podría pasar como homenaje contemporáneo. Como complemento en todo caso. Pero de ninguna manera convertirse, per se, en la música que por cojones va a escuchar el espectador en el visionado de la versión oficial.
En definitiva, una película que se erige como Única pero que ha trascendido e influenciado de una manera más que notable a todo el cine posterior.
Una jodida obra maestra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
* Así como el uso de los decorados parece responder a estas motivaciones, nos podríamos plantear si el empleo de distintos tintes entra también en ese mismo juego. Los decorados expresionistas, esa genial pesadilla donde se ubican los personajes durante casi todo el filme, podrían recrear un mundo creado por una mente enferma; mientras por contra los escenarios realistas que nos encontramos —recuerdo el patio del manicomio y su jardín— representarían la realidad y la cotidianidad a la que ésta está habituada.
(…) A todo esto, me molaría fliparme y rumiar un poco sobre la intemporalidad:
Cuando uno se pone con el cine clásico suele hacer cierto ejercicio de contextualización (como poco habituamos a situarnos en el año de producción, aunque sea por pura inercia). Así nos permitimos un acercamiento a la obra en su totalidad y valorarla de forma un tanto más objetiva. Pasa pues que muchas veces nos topamos con un producto envejecido, de forma prematura a veces o, simplemente, al que le ha llegado su otoño con la misma naturalidad con la que caen los segundos. El peso de los años, sin más. A algunas la senectud les llega en a penas una década, en otras tarda un buen puñado de lustros. Tantas veces nos hemos sorprendido diciendo aquello de «está bien», y añadimos, «para su época». Y suele pasar que las cintas que destacan por su osadía estén más expuestas a dicha erosión temporal. El ejercicio mentado nos ayuda a valorarlas, en su contexto.
Pues bien, al margen de todo esto están las películas intemporales, aquellas que en sí mismas conservan intacto todo su poder de fascinación, sea cual sea su contexto y edad; y éstos y otros elementos externos y/o culturales sólo hacen más meritoria su grandeza. "El gabinete del doctor Caligari" se cuela y destaca en esa reputada comunidad de filmes, a pesar de ser una película que, por osada, innovadora y vetusta, es una de las producciones con más boletos para quedar obsoleta. Así pues, doblemente admirable. Con "El gabinete del doctor Caligari" la coletilla «para su época», de usarla, no implica detrimento de calidad.
Hay un diálogo cojonudo en la película: «¿Cuándo tiempo viviré?», pregunta un espectador a Cesare, el sonámbulo vidente, «Hasta el amanecer…», responde éste.
Noventa años después, las estrellas de rock visten como Cesare.
¿Cuánto tiempo vivirá "El gabinete del doctor Caligari"?
(…) A todo esto, me molaría fliparme y rumiar un poco sobre la intemporalidad:
Cuando uno se pone con el cine clásico suele hacer cierto ejercicio de contextualización (como poco habituamos a situarnos en el año de producción, aunque sea por pura inercia). Así nos permitimos un acercamiento a la obra en su totalidad y valorarla de forma un tanto más objetiva. Pasa pues que muchas veces nos topamos con un producto envejecido, de forma prematura a veces o, simplemente, al que le ha llegado su otoño con la misma naturalidad con la que caen los segundos. El peso de los años, sin más. A algunas la senectud les llega en a penas una década, en otras tarda un buen puñado de lustros. Tantas veces nos hemos sorprendido diciendo aquello de «está bien», y añadimos, «para su época». Y suele pasar que las cintas que destacan por su osadía estén más expuestas a dicha erosión temporal. El ejercicio mentado nos ayuda a valorarlas, en su contexto.
Pues bien, al margen de todo esto están las películas intemporales, aquellas que en sí mismas conservan intacto todo su poder de fascinación, sea cual sea su contexto y edad; y éstos y otros elementos externos y/o culturales sólo hacen más meritoria su grandeza. "El gabinete del doctor Caligari" se cuela y destaca en esa reputada comunidad de filmes, a pesar de ser una película que, por osada, innovadora y vetusta, es una de las producciones con más boletos para quedar obsoleta. Así pues, doblemente admirable. Con "El gabinete del doctor Caligari" la coletilla «para su época», de usarla, no implica detrimento de calidad.
Hay un diálogo cojonudo en la película: «¿Cuándo tiempo viviré?», pregunta un espectador a Cesare, el sonámbulo vidente, «Hasta el amanecer…», responde éste.
Noventa años después, las estrellas de rock visten como Cesare.
¿Cuánto tiempo vivirá "El gabinete del doctor Caligari"?