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6
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Drama
Henry Chinaski es un escritor alcohólico y genial que se pasa la vida en los bares. Su preferido es el "Golden Horn", frecuentado por un variopinto grupo de vagabundos, prostitutas y otros desechos de la sociedad. Henry se lleva muy bien con Jim, el barman de día, pero discute frecuentemente con Eddie, el barman de noche, un hombre iracundo y fanfarrón. Un día Henry conoce a Wanda, una mujer todavía bella y tan alcohólica como él. (FILMAFFINITY) [+]
16 de febrero de 2009
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
"La había visto 3 o 4 veces y me la sabía bastante bien. Ah, era la historia de mi vida. ¿Quién más se la iba a tragar así? Pero en realidad no estaba pensada para que se refiriese a mí. Yo sólo quería mostrar qué vidas tan extrañas y desesperadas viven algunos borrachos, y yo era el borracho que conocía mejor."
Charles Bukowski, Hollywood.
La nostalgia pudo con el genio. Formó parte del engranaje y fue espectador de ese homenaje a sí mismo y a la parada de los monstruos que ocupó gran parte de su vida. Y así, como una burla, casi irónicamente, Bukowski, ese detractor del séptimo arte, se encontró de pronto empachado de morriña y añoranza. De una manera que quizá ni él alcanzaría a entender se vio a sí mismo en Jack Bled... digo, en Mickey Rourke. Volvió a sentir el sabor de los perdedores y se embriagó de algo más que alcohol: de recuerdos. Recuerdos que son más traicioneros que las putas pregonando secretos.
Yo no reconocí a Henry Chinaski en Rourke. No vi ese vagabundo de sangre azul, el poeta de la bilis. No me removieron las palabras aún habiendo sido ametralladas sobre el papel por la máquina de escribir del mismo Bukowski (quién sabe si básicamente como mofa). En todo caso no sentí su pulso sobre ellas. No reconocí los bares. Pero era de obligada visión, y tampoco puedo, ni me viene en gana, ser demasiado objetivo.
Sin más, ¿qué mejor que un poco de su prosa en "Hollywood"? Aquí abajo, en spoiler.
Charles Bukowski, Hollywood.
La nostalgia pudo con el genio. Formó parte del engranaje y fue espectador de ese homenaje a sí mismo y a la parada de los monstruos que ocupó gran parte de su vida. Y así, como una burla, casi irónicamente, Bukowski, ese detractor del séptimo arte, se encontró de pronto empachado de morriña y añoranza. De una manera que quizá ni él alcanzaría a entender se vio a sí mismo en Jack Bled... digo, en Mickey Rourke. Volvió a sentir el sabor de los perdedores y se embriagó de algo más que alcohol: de recuerdos. Recuerdos que son más traicioneros que las putas pregonando secretos.
Yo no reconocí a Henry Chinaski en Rourke. No vi ese vagabundo de sangre azul, el poeta de la bilis. No me removieron las palabras aún habiendo sido ametralladas sobre el papel por la máquina de escribir del mismo Bukowski (quién sabe si básicamente como mofa). En todo caso no sentí su pulso sobre ellas. No reconocí los bares. Pero era de obligada visión, y tampoco puedo, ni me viene en gana, ser demasiado objetivo.
Sin más, ¿qué mejor que un poco de su prosa en "Hollywood"? Aquí abajo, en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
"El guión iba bien. Escribir nunca me ha costado trabajo. Que yo recuerde siempre ha sido así: buscar una emisora de música clásica en la radio, encender un cigarrillo o un puro, abrir la botella. La máquina de escribir hacía el resto. Lo único que yo tenía que hacer era estar allí. Todo el proceso me permitía continuar cuando la vida en sí misma ofrecía muy poco, cuando la vida en sí misma era un espectáculo terrorífico. Siempre estaba la máquina de escribir para calmarme, para hablarme, para entretenerme, para salvarme el culo, para salvarme del manicomio, de las calles, de mí mismo.
Una de mis antiguas novias me gritó:
—¡Bebes para escapar de la realidad!
—Por supuesto, querida —le contesté.
Yo tenía la botella y la máquina de escribir. Yo quería un pájaro en cada mano, a la mierda con los que estaban volando."
"Debía de estar loco. Sin afeitar. La camiseta llena de quemaduras de cigarros. Mi único deseo era tener más de una botella en el aparador. Yo no estaba de acuerdo con el mundo y el mundo no estaba de acuerdo conmigo, y había encontrado a otros como yo, la mayoría mujeres, mujeres que la mayor parte de los hombres no querrían en su misma habitación, pero yo las adoraba, me inspiraban, yo hacía teatro, soltaba tacos, me pavoneaba de un lado a otro en ropa interior diciéndoles lo fantástico que era, pero sólo YO me lo creía. Ellas simplemente gritaban: «¡Vete a tomar por culo!», «¡Sirve más alcohol!». Aquellas damas del infierno, aquellas damas en el infierno conmigo."
Una de mis antiguas novias me gritó:
—¡Bebes para escapar de la realidad!
—Por supuesto, querida —le contesté.
Yo tenía la botella y la máquina de escribir. Yo quería un pájaro en cada mano, a la mierda con los que estaban volando."
"Debía de estar loco. Sin afeitar. La camiseta llena de quemaduras de cigarros. Mi único deseo era tener más de una botella en el aparador. Yo no estaba de acuerdo con el mundo y el mundo no estaba de acuerdo conmigo, y había encontrado a otros como yo, la mayoría mujeres, mujeres que la mayor parte de los hombres no querrían en su misma habitación, pero yo las adoraba, me inspiraban, yo hacía teatro, soltaba tacos, me pavoneaba de un lado a otro en ropa interior diciéndoles lo fantástico que era, pero sólo YO me lo creía. Ellas simplemente gritaban: «¡Vete a tomar por culo!», «¡Sirve más alcohol!». Aquellas damas del infierno, aquellas damas en el infierno conmigo."