Cuenta la historia de Martinon, un hombre sencillo, poco comunicativo que lleva una vida de ermitaño en la montaña, cazando lobos y vendiendo la piel. Su único contacto con seres humanos es cuando vende la pieles y se nota en ese trato tosco que su verdadero sitio es estar en un lugar perdido en la montaña y no en la civilización.

En una de sus incursiones al mundo de las personas, uno de los comerciantes le hace ver que mejor "acompañado que solo", y es así cuando empieza su drama personal.

Un hombre de poca moral y escrúpulos vende a sus hijas a Martinon para que hagan de esposas de nuestro protagonista, la primera de ellas viene con trampa, está enferma y embarazada de otro, y cuando fallece y se da cuenta Martinon del timo sucede una de las escenas más memorables de la película, el protagonista, en su estado físico portentoso baja el cadáver de la mujer en una especie de trineo para devolverla a su padre y pedirle su dinero y pieles, como si fuera una televisión que no funciona.

El señor, carente de toda empatía posible le ofrece su otra hija, mucho más joven, antes de que parta con su nuevo esposo, le regala un veneno por si vienen mal dadas y la cosa se complica.