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España España · Barcelona
Voto de Rómulo:
7
Bélico El 9 de abril de 1940, los soldados alemanes llegan a la ciudad de Oslo. El rey de Noruega se enfrenta entonces a un dilema que podría cambiar para siempre la historia de su país. (FILMAFFINITY)
17 de agosto de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La decisión del rey

Qué estupenda película ha hecho el director noruego Erik Poope. "La decisión del rey" es un gran acierto cinematográfico, una admirable lección de cómo contar una historia condensada en los tres días críticos que a partir del 9 de abril de 1940 obligó a la pacífica y civilizada Noruega a lidiar con uno de los dilemas más endiabladamente enrevesados de su historia reciente.
Conforman la columna vertebral de esta apasionante narración tres personajes fundamentales sobre cuyos hombros recayó gran parte del peso de la responsabilidad durante las 72 horas cruciales en las que Noruega se jugaba su futuro: el actor Jesper Christensen como el rey Haakon VII, Anders Baasmo Christensen en el papel de su hijo y heredero, Olaf y Kavl Markovics tan empecinado como bien intencionado embajador alemán en Oslo, Curt Bräuer. Una de las grandes virtudes de Pooper es la de haber elegido a estos tres formidables actores, responsables sin duda de conferir al relato un intenso dramatismo y, sobre todo, dotarla de asombrosa credibilidad.
El rey Hakoon VII tenía 68 años en 1940 y reinaba desde 1905, cuando ocurrieron los hechos. Y se dan dos interesantes circunstancias que conviene destacar: no era noruego sino danés e, insólitamente, fue el primer monarca de la historia coronado por votación popular en un país soberano durants más de cinco siglos. En ese momento ya era un hombre envejecido, cansado, sufría de fuertes dolores de espalda por lo que las obligaciones propias de su cargo le suponían un gran esfuerzo y sacrificio. Sin embargo, Hakoon jamás claudicó, se mantuvo firme en el trono hasta muerte en 1957 y siempre gozó de la adoración y apoyo incondicional de su pueblo.
En el breve espacio en el que discurre la trama, nos acercamos al ser humano despojado de la pompa de su investidura, cercano, familiar, íntimamente comprometido con sus súdbitos, respetuoso -a pesar de las fuertes presiones de su entorno más próximo- de las leyes que rigen a su país, donde el rey tiene carácter representativo pero no gobierna. Se muestra ético y prudente, imbuido de una inalterable vocación democrática, inteligente, responsable y profundamente angustiado por el sufrimiento que pudiera acarrear las consecuencias de una decisión equivocada.
Y entre la nieve, el frío y la ventisca que envuelven el paisaje de un crudo mes de abril noruego, nos hallamos frente a un relato trágico y tierno a la vez, veraz, sumamente aleccionador y constructivo para todo aquel que sienta la necesidad de aprender de un documento de incontestable valor histórico que no hubiera desmerecido un título como el de "La dignidad del rey".

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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