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España España · Barcelona
Voto de Rómulo:
8
Thriller De repente, sin saber cuál es su origen, aunque todo hace sospechar que comienza con el viaje de una norteamericana a un casino de Hong Kong, un virus mortal comienza a propagarse por todo el mundo. En pocos días, la enfermedad empieza a diezmar a la población. El contagio se produce por mero contacto entre los seres humanos. Un thriller realista y sin efectos especiales sobre los efectos de una epidemia. (FILMAFFINITY)
1 de mayo de 2020
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Contagio

¿Por qué “Contagio”, la película que el director estadounidense Steven Soderbergh estrenó en el 2011 siendo científicamente tan rigurosa y estremecedoramente didáctica pasó casi desapercibida por las salas de cine? ¿Y por qué ahora, nueve años después, leo que está siendo descargada en las redes por millones de personas en el mundo?
Tal vez porque en 2011 el público pudo haber percibido la cinta como una historia de ciencia ficción o de naturaleza distópica -en ocasiones ambos términos se convierten en indeseables sinónimos- aunque la humanidad ya hubiese padecido en su pasado reciente numerosas pandemías, algunas de ellas terroríficas como la llamada gripe española de 1918 que mató entre 70 y 100 millones de personas. De forma que si hace casi una década esa plaga apocalíptica nos parecía la disparatada suposición de una mente fabulosa, hoy es una realidad que vivimos con inteligible espanto.
“Contagio” nos devuelve las mismas imágenes que hoy contemplamos en los medios de información con un verismo profético: enormes zanjas en la que centenares de cadáveres son colocados en siniestras hileras; hacinamiento, caos, desabastecimiento y espectrales avenidas conforman un panorama que ahora nos es familiar; pabellones deportivos transformados en improvisados hospitales, cierres de carretereras, confinamientos masivos, idénticos bulos y confabulaciones, inoperancia política y un completísimo catálogo de nuestras miserias se exponen sin pudor en el escalofriante relato de Soderbergh. Y, finalmente, tal como hoy, la desesperada carrera a contrarreloj en busca de una vacuna que confine al virus en el último círculo de los infiernos al que se refería el divino Dante.
¿Quiere esto decir que Soderbergh poseía dones premonitorios o el envidiable poder de un nigromante? No, desde luego. Simplemente reflejó lo que muchas sociedades e instituciones científicas intuían que podía pasar apoyados en la evidencia empírica de sus conocimientos.
Y no quisiera convertirme en un oráculo de malos augurios por advertir que la fase de “desescalada” -ampuloso adjetivo acuñado por nuestra ineficaz clase política en lugar de la sencilla elegancia que reviste “descenso”-, oculta un peligroso troyano. Porque su precipitada aplicación bien pudiera ocasionar rebrotes y volver a la casilla de salida sería inimaginablemente catastrófico.
Para terminar, conviene recordar, mis improbables lectores, que las fatalidades del pasado jamás desaparecen, si acaso hibernan. Y tarde o temprano despiertan para recordarnos la fragilidad de nuestra especie históricamente suspendida de un péndulo igualmente inestable.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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