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Voto de FATHER CAPRIO:
8
Western Jessica Drummond (Barbara Stanwyck) es una despótica terrateniente que gobierna el condado de Cochise, en Arizona, con un grupo de hombres armados a sus órdenes. Un día aparece por sus tierras Griff Bonnell, un antiguo pistolero al que han nombrado sheriff. (FILMAFFINITY)
9 de agosto de 2020
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconozco que después de ver Forty Guns mis papilas gustativas cinéfilas siguen intentando retener el sabor de la esencia Fuller. Tratando que no se desvanezca en las amnesias de la nada. La memoria retiene los condimentos de siempre: carretas, caballos, polvo desértico, pistolas, rifles, sheriffs, bandoleros, ladrones de la diligencia, en definitiva todo ese mundo western edificado en piedra incólume en nuestras retinas, pero Samuel Fuller incorpora a la orquesta tradicional del salvaje oeste nuevos instrumentos solistas: la fabricación de rifles a medida, los cantautores de baladas, los juicios express, las cenas de cuarenta ladrones con AliBarbara Stanwyck en el lugar de privilegio, los alguaciles miopes y hasta la fuerza de un tornado para subrayar la eclosión sentimental desenfrenada de nuestros protagonistas.

Sin embargo no me gusta que las películas me descoloquen y Fuller pinta su western blanco y negro con colores interiores tan excesivos que la realidad parece distorsionarse y por momentos creemos estar ante un collage donde el cantante y su guitarra parecen estar voceando su aleluya entre lutos y tumbas recién cerradas, como un Velázquez observando su obra desde el interior del cuadro. Realidades de Fuller, originales y distintas, pero sin duda, excesivas, donde, por momentos, la credibilidad alcanza su status mas bajo vendida al postor de una pseudorealidad extraña e imposible. Forty Guns es una película nacida para descolocar. Fuller lo propone, lo gesta y acaba consiguiéndolo. De ahí a la consideración de obra maestra o cine de culto solo le resta un paso y ese paso lo tiene que recorrer un espectador descolocado y al que le faltan elementos típicos del western a los que aferrarse, léase el "Saloon", el poker, los indios o los duelos en la calle principal, vacía y polvorienta.

Y, aunque me abrume, me supere y me resista a recorrer ese paso, me gusta la película. Secuencias espectaculares, momentos tensos, instantes impredecibles, el amor en tiempos del tornado, Barry Sullivan en la línea Gary Cooper que estás en nuestros cielos, diálogos donde la verdad se envuelve en dobles y triples sentidos, planos fotográficos creativos inolvidables y por encima de todo, en el "cum laude" esa actriz de quien me enamoré en su época Capra, me dejó "perdidamente" tocado con Billy Wilder y que, cuando parecía que teñirse las canas era una necesidad de mujer, descorre el telón y se nos muestra como la gran señora de la escena que siempre fue, en una estampa ecuestre inolvidable donde la plata de sus cabellos al viento y el blanco de su montura ponen el contrapunto al negro de su indumentaria vaquera. Tras ella, cuarenta jinetes hipnotizados por su abrumadora personalidad. Una escena que por si sola justifica la elección por Samuel Fuller y su equipo del blanco y negro como soporte fotográfico.

Duelo de temperamentos, corrupción, recompensas, y ese aire, pretendido y logrado de Duelo en OK Corral con Jesse James, o Frank si lo prefieren, en femenino, vienen a ser algo algo así como el mcguffin de una película donde lo importante no es el porqué sino el qué y el cómo y al que sus desmesuras tan excesivas como puntuales rebajan, a mi juicio, la nota final y la alejan de esa maestría que roza por momentos. Film que admite muchas visiones, debates y opiniones, todas válidas.
FATHER CAPRIO
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