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Voto de FATHER CAPRIO:
7
10 de diciembre de 2006
21 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me considero amante del cine, ciudadano del mundo y siempre un segundo por detrás del tiempo en el que me gustaría vivir. Se también que existe el bien y el mal, la dominación y la esclavitud y percibo todos los días que me rodean sentimientos como la angustia, la soledad, la ambición ó el fanatismo, entre muchos otros.
Pero cuando el cine se sostiene sobre la ingravidez de los sentimientos, sobre la intuición, sobre la sospecha ó sobre la interpretación de las voluntades más ocultas, reconozco en mi una cierta incapacidad para la valoración de la obra que se me está mostrando.
Es probable que Losey diseñe su película pensando en espectadores como yo. Que no pretenda que sepamos sinó que creamos saber. Y esto es lo que sucede con El sirviente, que creemos saber cuando no sabemos. Que al final nos damos cuenta que las realidades que hemos ido atesorando durante el visionado la película no tienen valor alguno. Que lo único cierto es ese poso que nos ha dejado imperceptiblemente.
Tal vez sea necesario visionar de nuevo la cinta, olvidándose de la realidad, para ir asimilando, como el que degusta un buen vino, todos y cada uno de sus mensajes.
Probablemente de esta forma cambiemos nuestro desconcierto por un concierto sicológico.
Pero cuando el cine se sostiene sobre la ingravidez de los sentimientos, sobre la intuición, sobre la sospecha ó sobre la interpretación de las voluntades más ocultas, reconozco en mi una cierta incapacidad para la valoración de la obra que se me está mostrando.
Es probable que Losey diseñe su película pensando en espectadores como yo. Que no pretenda que sepamos sinó que creamos saber. Y esto es lo que sucede con El sirviente, que creemos saber cuando no sabemos. Que al final nos damos cuenta que las realidades que hemos ido atesorando durante el visionado la película no tienen valor alguno. Que lo único cierto es ese poso que nos ha dejado imperceptiblemente.
Tal vez sea necesario visionar de nuevo la cinta, olvidándose de la realidad, para ir asimilando, como el que degusta un buen vino, todos y cada uno de sus mensajes.
Probablemente de esta forma cambiemos nuestro desconcierto por un concierto sicológico.