A nadie se le escapa que el binomio Huston/Bogart ha dejado obras de auténtica calidad en este mundo cinematográfico. Sin ir más lejos, La Reina de África, El tesoro de Sierra Madre ó El halcón maltés, pueden servir como ejemplo de esta afirmación.

A través del Pacífico, en mi opinión, se sitúa un peldaño por debajo de las anteriormente citadas porque, aun reconociendo que Huston sabe y consigue extraer de Bogart ese tono de tipo duro a vueltas de todo que esconde un interior atractivo, sensible y especialmente seductor para las féminas, eso no resulta suficiente para suplir las intermitencias de una película que conjuga situaciones de interés con otras un tanto cursis y ramplonas.

Mary Astor, en palabras de Bogart es “la chica de nuestros sueños”, aunque yo cambiaría la frase por la de “muñeca de nuestros sueños” pues, no en vano, nos trae a la memoria aquellas “peponas” de porcelana, de cara rechoncha y rosadita. No resulta muy creíble que los sueños de Bogart se llenaran de Marys, antes al contrario, estoy por decir que Lauren Bacall ya debía dirigir el tráfico de sus oníricas avenidas juveniles.

Escenas de cremitas en la espalda y de urgentes viajes al lavabo se intercalan torpemente en una película que, por lo demás tiene una trama interesante que, lamentablemente desemboca en un final en exceso convencional, muy al estilo de esos primeros films de James Bond que con escasa gracia criticó Huston en Casino Royale.

El papel de Sidney Greenstreet resulta un tanto repetitivo respecto de trabajos anteriores pero su interpretación es francamente profesional.

¿Conclusiones?: Mejor trabajo de Bogart que de Huston. Mary Astor, flojita. Y un guión con altibajos que intercalando suspenses con cursilerías consigue provocarnos muecas intermedias entre la tensión y la desidia.