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España España · sevilla
Voto de Jlamotta:
8
Acción. Cine negro. Drama. Thriller Shahid Khan y Sultana Daku son dos asaltadores de trenes rivales. Cuando Shahid se convierte en un renegado, se ve obligado a trabajar en la mina propiedad de Ramadhir Singh. Años después, su hijo Sardar querrá restaurar el honor de su padre, iniciando una venganza contra el clan Daku que lo convertirá en uno de los hombres más temidos en la India. (FILMAFFINITY)
7 de octubre de 2012
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevaba años buscándolo. Deseándolo. La India y su audiovisual necesitaban una nueva identidad propia. El cine de procedencia hindú sufre el mismo encasillamiento que España con la paella y los toros: Siempre va unido a Bollywood y sus característicos e imitados bailes grupales. Ni siquiera una película con equipo extranjero como la realizada por el británico Danny Boyle en 2008 (Slumdog Millionaire) y que arrasó (injustamente) en los premios Óscar, pudo reprimirse y cayó en las garras de lo convencional y típico incluyendo un baile final sin pies ni cabeza. Es La India, hay que bailar aunque la historia no solo no lo reclame sino que lo rechace abiertamente. Boyle no se dio cuenta de que no era The Tales of Hoffmann o The Red Shoes. A la misma altura de fama pero mucho más arriba en calidad cinematográfica se encuentra la enorme Trilogía de Apu, compuesta por Pather Panchali (1955), Apajarito (1957) y Apur Sansar (1959). Satyajit Ray adaptó las novelas de Bibhutibhushan Bandopadhyay a la gran pantalla, significando un tremendo ensayo fílmico sobra la familia en La India. Este titánico esfuerzo tuvo recompensa, ya que la frágil pero intensa (con récord de producciones estrenadas en un año) industria indú fue colocada en el escaparate internacional de la noche a la mañana. La referencia a la Trilogía de Apu no es casual, ya que comparte gran parte de la trama de la mastodóntica Gangs of Wasseypur. Apu y Sardar Khan (protagonista del film que nos ocupa) tienen vidas paralelas: líos de familia, pobreza, continuos cambios de residencia, responsabilidades prematuras, madurez, sangre...Solo que la película de Anurag Kashyap es diametralmente opuesta en su sentido estético, ético y moral con respecto al clásico de Ray.

Es cierto que Gangs of Wasseypur no huye del clasicismo patrio ni de sus costumbres. Hay música, mucha música a lo largo de todo el metraje. Pero el uso de la misma y la extrema radicalización de sus tradiciones tienen un punto diferente, muy oscuro. Sin ir más lejos, la película arranca cuando unos gángsters ametrallan sin cuartel una televisión donde se exhibía un baile popular hindú. Es evidente que es un intento (exitoso) por marcar su propia ley en pantalla, por saltarse los límites establecidos y mancillar la imagen de postal (obviamos la pobreza, naturalmente) exportada al mundo. La confirmación de que la historia no va a dejar títere con cabeza la tenemos en una sutil escena de tensión donde el politono de un teléfono móvil, equipado con música tradicional del país, ejerce de instrumento del terror para una familia fugitiva. Es una atrevida oda a la contracultura, a la imperiosa necesidad de mostrar una parte de La India ignorada por muchos y temida por casi todos. Donde hay pobreza y ley corrupta, hay delitos y crímenes. Por mucho que las cifras de turistas desciendan irremediablemente, el cine evolucionó en la Segunda Guerra Mundial para convertirse en un medio que adoptó la denuncia y el traslado de información como una de sus múltiples opciones de difusión. Por lo tanto, aparte de por su belleza formal y valor artístico, Gangs of Wasseypur justifica su existencia como narrador en primera persona de uno de los males más dañinos para el país: la violencia callejera.

Es ahí donde Anurag Kashyap da sobradas muestras de su talento y, sobre todo, de tener muy claras sus referencias, así como el evidente respeto y admiración que profesa por cada una de ellas. Si antes dijimos que la trama del film guarda infinidad de paralelismos con la Trilogía de Apu, lo mismo se puede decir de la mejor trilogía de la historia del cine: The Godfather. Y es que Michael, Fredo, Sonny y cía no andan muy lejos de Sardar Khan, Ramadhir Singh o Sultan. Decía el cartel promocional que "en Wasseypur, la venganza se hereda" y desde luego es un lema que se cumple. En una cultura tan arraigada donde el dinero es cosa de pocos acaudalados y las raíces sangre de todos, lo único que diferencia un bando de otro es el amor propio. Y la venganza es una buena forma de mostrar ese orgullo de familia, máxime cuando tienes motivo para ello. La venganza pasa de padres a hijos, de abuelos a nietos, de maridos a mujeres...y parece no tener fin. La dificultad de la narración pasa por mantener vivo ese instinto asesino durante décadas, estilo Novecento. Sin embargo, comparte el mismo defecto que la película de Bertolucci, y es que el riesgo de condensar muchos años en apenas unas horas, casi siempre conlleva una peligrosa frecuencia de altos y bajos a nivel narrativo. El continuo intercambio de personajes y la aparición/desaparición de otros implica un alto cuidado en la construcción empática de todos ellos. Y eso no es posible. Un personaje se ganará más fácilmente tu implicación emocional que otro, por lo que una simple comparación grupal dará como resultado la animadversión (o como mínimo, un nivel de identificación menor) hacia alguno de ellos. Por otra parte, ahí también entra en juego otro factor como es la interpretación de los protagonistas principales. Afortunadamente, el reparto completo (sería injusto destacar solo a unos pocos) está a la altura y consiguen con su presencia que el paso de testigo sea menos traumático.

Sigo en spoiler sin ser spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jlamotta
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