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España España · Salamanca
Voto de Polikarpov:
6
Drama. Romance Rainer es un exitoso productor de televisión que lo tiene todo. Ha llegado a la cima creando programas de televisión, cada cual más estúpido y vulgar. Un día, Pegah, una misteriosa joven colisiona intencionadamente con su coche a toda velocidad. Tras estar al borde de la muerte, Rainer se replantea su vida y decide producir un noticiario para el prime-time de su cadena que haga pensar al espectador. Hundido por la poca audiencia del ... [+]
28 de agosto de 2010
39 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que los políticos nos quieren tontos porque así somos más manejables y esto les ayuda a perpetuarse en el poder, es un hecho desde que el primer mono aprendió a meter miedo al resto de la tribu.

Que los mercaderes nos quieren tontos porque así nos pueden robar el poco dinero que ganamos como los esclavos “liberados” que somos, es otro hecho.

Que la televisión (entre otros medios) está al servicio del poder y del dinero, es obvio.

Pero es que la televisión es mucho más que un medio; es el túnel por el que pueden llegar con pasmosa facilidad hasta tu cerebro y mearse en él. O convertirlo en picadillo.

Sin embargo, no sé qué les pasa, que todavía no lo han conseguido del todo. Con lo fácil que es. En su momento ya nos lo dijeron Huxley, Orwell, Bradbury… y supongo que algunos más, pero no soy tan gafapastoso como para conocerlos a todos. Además, no uso gafas.

La idea de Weingartner y Held no es, por tanto, nueva. Pero sí positiva (nunca está de más insistir en ella), porque puede hacer pensar, función que muchos (cada vez más) tienen olvidada.

Por eso hay que contarla gritando, armando bulla para despertar al personal.

Y Weingartner empieza así, mostrándonos unos excelentes y rabiosos 5 ó 10 minutos iniciales.

Después (se conoce que se ha cansado), va perdiendo fuerza gradualmente para hablarnos en clave de comedia dramática (más comedia que drama) y acabar contándonos un puro e inmaculado sueño, propio de adolescente idealista.

Sí, Hans, a mí también me gustaría que la gente paseara tranquila por los parques con un libro bajo el brazo. Yo, además, le pondría visillos al televisor.

En resumen: la película se deja ver.

Un apunte: cuando entré en la sala, estaba solo. Más tarde, entró una pareja. No vino nadie más. Mientras tanto, las salas contiguas estaban a tope. Y es que los mamporros gratuítos, las comedietas de vestiditos rosa y los vampiros de 16 años en 3D tienen mucho tirón.
Polikarpov
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