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Voto de Don Simón:
10
7,6
32
Drama
Narra la vida de Petria a través de tres décadas, desde su primer matrimonio en los años 40 hasta la muerte de su segundo marido, a finales de los 60. Al mismo tiempo se refleja el panorama social y económico de la Yugoslavia de la época. (FILMAFFINITY)
17 de diciembre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una profesora serbia me contó que el libro, no la película, le había ayudado mucho en su propia vida. Se trata de la odisea vital de una mujer a remolque de los sucesos históricos que flagelan su país, Yugoslavia. Es una historia de golpes de la vida, palazos en plena cara. Y de supervivencia y tenacidad. De entereza y amor. Es una pedazo de película de toma pan y moja.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Mirjana Karanovic interpreta primero a una campesina que es repudiada por su marido merced a envidias e historietas raras con la suegra. Cree firmemente en la brujería y otras supersticiones a la orden del día en el agro balcánico. No obstante, este rechazo hace que vaya a la ciudad donde se moderniza (cortándose el pelo). Sufre la guerra contra los nazis, pierde a su retoño por meningitis. La llegada del comunismo acaba con su forma de vida, cuando más feliz era. Se casa con un minero alcohólico. Éste termina lisiado y más alcohólico, en consecuencia. Y ella no le aparta la mirada al destino y termina sonriendo en la última escena, después de perderlos a todos y haber sufrido carros y carretas.
El fatalismo es tónica habitual en Serbia. Puaj, beg, pf... son las interjecciones más comunes cuando se habla del pasado. Y ahora encima, con el inmediato que se gastan, más. Antes, de una Guerra Mundial que se ensañó con ellos especialmente, de unas purgas y represión comunistas... Es normal que echando la vista atrás te cuenten historias sobrecogedoras. Ésta, la de Petria, es una más de tantas peripecias vitales que se podrían contar. Cualquier anciana que ves vendiendo fruta en un mercado parece tener un trayecto similar detrás. Pero, en este caso, la experiencia está expresada por Karanovic con un arraigado vitalismo. Ese que les lleva a llenar los bares mientras les caen bombas, por citar un ejemplo recurrente y superficial.
Tiene cierto aire al Novecento de Bertolucci, con las insalvables distancias pertinentes.
El fatalismo es tónica habitual en Serbia. Puaj, beg, pf... son las interjecciones más comunes cuando se habla del pasado. Y ahora encima, con el inmediato que se gastan, más. Antes, de una Guerra Mundial que se ensañó con ellos especialmente, de unas purgas y represión comunistas... Es normal que echando la vista atrás te cuenten historias sobrecogedoras. Ésta, la de Petria, es una más de tantas peripecias vitales que se podrían contar. Cualquier anciana que ves vendiendo fruta en un mercado parece tener un trayecto similar detrás. Pero, en este caso, la experiencia está expresada por Karanovic con un arraigado vitalismo. Ese que les lleva a llenar los bares mientras les caen bombas, por citar un ejemplo recurrente y superficial.
Tiene cierto aire al Novecento de Bertolucci, con las insalvables distancias pertinentes.