1 de septiembre de 2019
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Esta película podía haber tomado dos rumbos:
1. Una megacinta que nos mostrara, nos contara, nos plasmara, uno de los reinados más importantes de la historia.
2. Una peli sobre una historia de amor de la hostia, que nos dejera flipados.
Ni lo uni ni lo otro.
La primera opción se descarta con el título original (Young Victoria) que es traducido de aquella manera vete tú a saber por qué.
Lo segundo se descarta tras el visionado, un supuesto amor tan descomunal, tan histórico, tan recordado... no cuadra con el que nos enseña Jean-Marc Vallée, descafeinado, insulso y sin gracia.
Lo que tenemos es una peli con una bellísima Emily Blunt haciendo de una extremadamente simplona Reina Victoria que, habiendo sido tan trascendental, según esto no llegearía ni a delegada de clase.
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