"A Bride for Rip Van Winkle" es una película indiscutiblemente fantástica por tres razones:

En el plano formal, es impecable. Iwai demuestra su buen gusto eligiendo unos colores que encajan perfectamente con la película y que se mimetizan con las emociones de los personajes. Sus planos se llenan de texturas y la progresión de la cinta es casi perfecta. Además, como acostumbra el director, el uso de la banda sonora es magistral y complementa mucho con el lenguaje no verbal de las actrices principales (una modosita Haru Kuroki y una explosiva Cocco), fenomenales en sus papeles.

En cuanto al plano argumental, ofrece un drama peculiar y original. Nuestra heroína es una tímida joven japonesa que, como muchas otras, recurre a internet para encontrar pareja. Lo consigue. Y prepara su boda. Pero ahí se acaban sus expectativas: su familia, su entorno, la sociedad en la que vive... todo parece ponerle trabas. Se trata de una película, que sin llegar a lo lacrimógeno, impacta en tanto que nos sentimos conectados, independientemente de nuestra situación, con la protagonista.

Pero donde más destaca es en el plano ideológico. Iwai nos tiene acostumbrados a descubrir nuevas visiones sobre los temas más controversiales de la actualidad y a criticar la aparentemente perfecta sociedad nipona. En un principio, se centra en la representación de internet como un método de evasión autodestructivo (que ya había ofrecido en previas obras) pero que a la vez se trata de un medio que ofrece oportunidades de ser feliz hasta a la persona más desamparada. Es también una dura crítica al patriarcado imperante en Japón, las exigencias machistas que se les hace a las mujeres y su conversión en muebles tras el matrimonio. Pero sobretodo, es un comentario sobre la falta de honestidad y sinceridad emocional de unos de los países con más tasa de suicidio, y como las nuevas generaciones son capaces de cambiar esto con nuevos ideales y maneras de ver el mundo.

Un toque de atención a una sociedad idealizada tanto por japoneses como por occidentales, un insulto a la moral represiva y una patada al conservadurismo. Que ya era hora.