Las películas protagonizadas en apariencia por el póker, casi siempre sirvieron de mera excusa para profundizar y reflexionar sobre los aspectos más oscuros de la condición humana en sus más bajos instintos, el juego de las apariencias, el triunfo, la astucia, la codicia, el fracaso, la supervivencia ante la adversidad y en definitiva el éxito personal. Siempre admiré films (muy recomendables) como “El rey del juego”, “El destino también juega” o “Rounders”, dirigidas por cineastas poco reconocidos como Norman Jewison, Fielder Cook o John Dahl, que lograron obras excelentes. Películas donde timbas privadas recreaban situaciones dramáticas interesantísimas para presentar a distintos personajes con sus propias experiencias siempre desde la clandestinidad de salones apestando a humo y alcohol.

Aaron Sorkin, el aclamado dramaturgo y guionista metido a director, comenzó a pensar como Billy Wilder, su temor a que otros cineastas no plasmaran adecuadamente los guiones de su propiedad, y la verdad es que sale bastante airoso de este proyecto que protagoniza una peculiar heroína, rebelde y decidida a plantar cara al destino. Una chica inteligente y atractiva que utiliza su belleza para atraer a los hombres sin necesidad de prostituirse con sus clientes de timba, otra cosa más discutible es su proceder de la que ella se siente responsable. Una vez más, asistimos al ascenso y caída de una persona que consigue el triunfo personal que le llevará a un callejón sin salida y que le sirve de redención moral. Como suele ocurrir siempre, toda conducta tiene un origen que nos muestra el resultado, Molly nunca se sintió feliz en su adolescencia, de ser una prometedora deportista olímpica, sufrió la presión de un padre exigente que provocó su precoz independencia para explotar con brillantez su libertad.

Sorkin se basa en las memorias publicadas por la auténtica Molly Bloom, una mujer precozmente adulta y de valores morales irrenunciables, nunca pretendió perjudicar a sus clientes de póker, siempre valoró las consecuencias de airear las vidas privadas (gente de fama, poder, dinero y mafiosos) que pudieran perjudicar a inocentes. Una historia emotiva que presenta a una sensacional Jessica Chastain en un papel complejo que ésta versátil actriz de belleza turbadora, aprovecha para demostrar que es la mejor del momento. Kevin Costner como padre de Molly está estupendo transmitiendo la debilidad de un hombre que reconoce su intransigencia, las dificultades de ser un buen padre con sus errores que siempre le atormentaron. Sorkin narra con un ritmo trepidante, que a veces agobia con tanta información en la primera parte del film, en mi opinión con excesiva voz en off, que describe cosas que ya apreciamos en las imágenes, fruto de cierta deformación profesional en su oficio de escritor.

Lo mejor del film es su prodigioso montaje, sirviéndose de varios “flash-backs” a modo de puzzle que hace que la película no se haga larga, a pesar de sus 140 minutos. También es muy bueno su lujoso y esmerado diseño de producción, no pretende ensalzar el lujo ni siquiera el glamor o el sexo pero debe mostrarlo. Todos los personajes están muy bien construidos psicológicamente y tienen identidad propia, especialmente ese abogado de color, escéptico pero humano a la vez que adora a su hija y se fía de su intuición femenina, que defiende a Molly pese las dificultades que ella le plantea desde su inquebrantable dignidad personal. Al parecer, la personalidad de Molly logró atraer a sus millonarias y lujosas partidas de naipes a grandes estrellas de Hollywood como: Leonardo Di Caprio, Ben Afleck, Tobey Maguire y Macaulay Culkin, que son los que aparecen en su libro. Gracias por leer estas opiniones que no pretenden enviaros a ningún blog o web personal, tampoco captar adeptos donde lucirme con pedantes y tediosos datos enciclopédicos, o fichas técnicas que nada aportan al análisis del film comentado.