Enrique Baró nos presenta su ópera prima, tras su paso en el último Festival de Cinema d’Autor de Barcelona, llega a salas una de las cintas más personales y experimentales que se pudieron ver en el certamen. Es una película que empezó a grabarse, como indica en su epílogo, en el año 1953 y se terminó de montar en 2016.

Acompañado de imágenes familiares tomadas desde los años 50 en adelante, Baró confecciona una cinta donde intercala este material, unido a un elemento extrafamiliar en forma de nadadoras que sirve de comentario autoral fuera del contexto que aborda el filme, una película sobre la relación generacional y su apacible vida de verano.

La mayor parte de la cinta está dividida en varios episodios y podemos decir que es un ensayo generacional y veraniego sobre la familia a partir de un abuelo, un padre y un hijo.

Tengo que decir que la película se me ha hecho bastante pesada y eso que solo dura 80 minutos, no me ha gustado nada la estructura narrativa, el guion parece improvisado sobre la marcha, dando lugar a silencios que me dejan al espectador completamente desubicado, diálogos que a veces resultaban más forzados que otra cosa. Los planos fijos que por cierto se repiten en muchas ocasiones son insoportables.

Es una película muy personal pero que a nivel del espectador no transmite ningún tipo de interés.

En cuanto a los actores destacan Nao Albert y Francesc Garrido.

Lo mejor: Algunas imágenes sobre todo de los años 50
Lo peor: Se hace pesadísima