Ese es el verso que se tragaron los estadounidenses, y que hicieron que se tragara el resto del mundo. Lo cierto es que sí, libre vas a ser siempre y cuando seas ciudadano norteamericano, de derecha, adinerado, blanco, heterosexual, enemigo de la gente de color, de judíos, de musulmanes, de yonquis, de hippies, etc. Sino, de vivir en libertad nada.

Menos mal que entre tantas mentes cuadradas y retrógradas, habían personas con un ápice de raciocinio, sensibilidad, libre de prejuicios que pudiesen expresar a través del arte un ideal de lo que realmente significa poseer y hacer uso del legítimo derecho a la libertad.

Robert Mulligan estrena en 1971 "The pursuit of happiness", una película que vista a día de hoy podría causar gracia en el espectador más cínico por lo naif de su argumento. Es casi un cuento dirigido a público juvenil pero que desprende el encanto de toda producción setentera. En su momento, una historia tan simple como esta pudo escandalizar a más de uno. Pero si nos ubicamos en tiempo y espacio, y reflexionamos un poco, sinceramente más de uno optaría por seguir los pasos del protagonista, ya que, luchar contra lo imposible desgasta mental y físicamente.

No se van a encontrar con nada del otro mundo pero no deja de ser un filme disfrutable.