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8
6,3
18.811
Comedia. Fantástico
Jerry (Jack Black) es un joven que intenta sabotear una planta de electricidad que, según él, es la causa de sus dolores de cabeza. El problema es que el intento de sabotaje causa daños en su cerebro, que, al quedar magnetizado, causa la destrucción de todas las películas de la tienda de un amigo suyo (Mos Def). (FILMAFFINITY)
24 de mayo de 2009
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entrañable y, a su manera atrevida. Gondry renuncia al desarrollo creíble de una curiosa historia, para regalarnos un delicioso y divertido homenaje al cine.
Con toda seguridad, afirmo que el mayor lastre de la cinta es su estructura de comedia cutre americana, pues no se salta ni un tópico. Lejos de eso, y de un par de gags cutres e infantiles que compiten con algunos geniales (hacía tiempo que no veía uno tan bueno como el del camuflaje), poco se le puede reprochar a esta cinta, cargada de magia y magnetismo cinéfilo.
Técnicamente, Rebobine, por favor, está dentro de lo que no es ni criticable ni destacable, aunque hay pinceladas de maestría dispersas a lo largo de los 100 minutos de la cinta (que se pasan en un suspiro), como, por ejemplo, ese imposible travelling que une los rodajes de diferentes películas que están siendo "suecadas".
Además, creo necesaria una mención especial a la última escena, preñada de magia, en la que Gondry demuestra que para mostrar amor por el cine no es necesario introducir veinte mil homenajes a películas clásicas. Una escena enorme, de las que emocionan, y un cierre genial para más que disfrutable película.
Con toda seguridad, afirmo que el mayor lastre de la cinta es su estructura de comedia cutre americana, pues no se salta ni un tópico. Lejos de eso, y de un par de gags cutres e infantiles que compiten con algunos geniales (hacía tiempo que no veía uno tan bueno como el del camuflaje), poco se le puede reprochar a esta cinta, cargada de magia y magnetismo cinéfilo.
Técnicamente, Rebobine, por favor, está dentro de lo que no es ni criticable ni destacable, aunque hay pinceladas de maestría dispersas a lo largo de los 100 minutos de la cinta (que se pasan en un suspiro), como, por ejemplo, ese imposible travelling que une los rodajes de diferentes películas que están siendo "suecadas".
Además, creo necesaria una mención especial a la última escena, preñada de magia, en la que Gondry demuestra que para mostrar amor por el cine no es necesario introducir veinte mil homenajes a películas clásicas. Una escena enorme, de las que emocionan, y un cierre genial para más que disfrutable película.