Con esta tercera entrega, cierra el ciclo que se inició 3 años atrás, y como en las anteriores entregas, en esta es más patente el uso de los efectos especiales, y la adaptación de la locura cogniscitiva de su director a la pantalla, cerrando un circulo que se inició en la primera parte, pero que si uno recuerda nítidamente, no ha cerrado ese circulo, solo ha doblado varias esquinas para hacerlo coincidir y parecer un trabajo a largo tiempo, cuando solo ha sido, una locura tras otra, sin sentido muchas veces, excepto para él y su propio ego.

Esta entrega, nos deja una historia futurista, con un marco perfecto, con actuaciones dignas por ambos protagonistas principales, con un desarrollo bastante interesante, hasta que Miike decide introducir su estilo, y se va notando un cambio hacia su locura creativa.

Una vez más, siento decirlo, pero lo que ha hecho con esta trilogía es cargársela, porque ha creado películas con sentimiento y con atracción, pero si incapacidad de dejar un trabajo “normal”, y sus ganas de hacer algo “más personal” han hecho, por mi parte, que sus películas pasen a un segundo nivel artístico, sin saber lo que uno se puede encontrar, y ante esa duda, le pierdes el respeto.

Igual en un futuro, entre tanto disparate artístico, aparezca un nuevo sino para el cine, pero de momento, son solo desvaríos de un director muy variopinto, con igual numero de seguidores, que de detractores.