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Voto de Jinete nocturno:
7
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Drama
Los padres de Claire están dispuestos a hacer lo que sea para desligar a su hija de la secta que la tiene abducida. Por eso contactan con Ansel Roth, reconocido experto en introducirse en los recovecos de la mente. Sin embargo, Claire resultará un hueso más duro de lo que Ansel preveía, propiciando un inigualable duelo de intelectos. (FILMAFFINITY)
12 de septiembre de 2017
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un experto en sectas, completamente arruinado y con un oscuro episodio en su pasado que se esfuerza en enterrar, es contratado por una familia desesperada para que rescate a su hija, Claire, de la influencia de “Faults”, una misteriosa secta. Con el objetivo de desprogramarla, la secuestra en la habitación de un motel y la somete a un sistemático lavado de cerebro.
Con esta premisa, seguramente estarás pensando: “Tiene muy buena pinta, pero... A saber. Puede salir un thriller brutal o un pestiño infumable”. Pues ya te adelanto el resultado: fifty-fifty. La película bascula entre lo brillante y ridículo, pero me atrevo a decir que el conjunto deja un agradable sabor de boca.
Faults es la opera prima de Riley Stearns. ¿Y quién es el tal Stearns? El tipo que casó con Mary Elizabeth Winstead. Algo que de por sí lo hace merecedor de toda mi envidiosa admiración, pero que como currículo profesional se antoja corto. De hecho, y además de esta Faults, toda su filmografía se limita a un par de cortometrajes protagonizados por… Sí, lo habéis adivinado.
En todo caso, y sarcasmos aparte, Stearns acusa una falta de oficio (hasta cierto punto comprensible) que acaba lastrando en parte la película. No tanto en su labor de director, que es aseada –tampoco se necesita ser Tarantino para rodar a dos personajes encerrados en una habitación de diez metros cuadrados- sino sobre todo como guionista: no parece saber exactamente que tono quiere darle a la película, y si lo que pretende es rodar una comedia absurda a los hermanos Cohen, un thriller o una de terror. La impresión que le queda a uno es que Stearns sabía que tiene una pequeña genialidad de media hora entre manos pero que no supo exactamente como convertir eso en un largometraje.
Así pues, y ya lo adelanto, el principio es decepcionante. Decididamente, no acierta en la presentación de la historia. Hay demasiado humor absurdo y un tanto forzado en la forma en la que muestra a los personajes, en especial al de Leland Orser. Simplemente, el nivel de chorradas es tal que resulta imposible tomarse en serio nada hasta bien entrada la segunda mitad, algo que perjudica el tono de su MAGNIFICO tramo final. Y no, no es imposible combinar la comedia con el terror/thriller psicológico; hay ejemplos en la historia del cine. Pero requiere un sentido de la medida que Stearns no posee.
Pero voy ya a la razón por la que, a pesar de todo, recomiendo la película: sus magníficos veinte últimos minutos. En efecto, llegado cierto punto, el caos aparente del guion empieza a tomar pleno sentido, derivando en el uno de los finales más cabrones, inquietantes y disfrutables que me he metido entre pecho y espalda. Tanto que no me resisto a destriparla (en el spoiler, claro).
Un gran final, todo hay que decirlo, sostenido en las magníficas interpretaciones de un solvente Leland Orser y, muy especialmente, de una desconocida y absolutamente terrorífica Mary Elisabeth Winstead. Y es que la escalofriante maldad y frialdad, casi inhumana, que transmite en escenas como la del cuarto baño hacen casi dudar si es la misma interprete de films como Scott Pilgrim o 10 Cloverfield Lane o tiene una hermana gemela con tendencias psicopáticas: prueba de que estamos ante una gran actriz (tristemente desaprovechada).
En resumen, una película irregular a la que salva su tramo final y el buen hacer de sus intérpretes. Yo la he disfrutado.
Con esta premisa, seguramente estarás pensando: “Tiene muy buena pinta, pero... A saber. Puede salir un thriller brutal o un pestiño infumable”. Pues ya te adelanto el resultado: fifty-fifty. La película bascula entre lo brillante y ridículo, pero me atrevo a decir que el conjunto deja un agradable sabor de boca.
Faults es la opera prima de Riley Stearns. ¿Y quién es el tal Stearns? El tipo que casó con Mary Elizabeth Winstead. Algo que de por sí lo hace merecedor de toda mi envidiosa admiración, pero que como currículo profesional se antoja corto. De hecho, y además de esta Faults, toda su filmografía se limita a un par de cortometrajes protagonizados por… Sí, lo habéis adivinado.
En todo caso, y sarcasmos aparte, Stearns acusa una falta de oficio (hasta cierto punto comprensible) que acaba lastrando en parte la película. No tanto en su labor de director, que es aseada –tampoco se necesita ser Tarantino para rodar a dos personajes encerrados en una habitación de diez metros cuadrados- sino sobre todo como guionista: no parece saber exactamente que tono quiere darle a la película, y si lo que pretende es rodar una comedia absurda a los hermanos Cohen, un thriller o una de terror. La impresión que le queda a uno es que Stearns sabía que tiene una pequeña genialidad de media hora entre manos pero que no supo exactamente como convertir eso en un largometraje.
Así pues, y ya lo adelanto, el principio es decepcionante. Decididamente, no acierta en la presentación de la historia. Hay demasiado humor absurdo y un tanto forzado en la forma en la que muestra a los personajes, en especial al de Leland Orser. Simplemente, el nivel de chorradas es tal que resulta imposible tomarse en serio nada hasta bien entrada la segunda mitad, algo que perjudica el tono de su MAGNIFICO tramo final. Y no, no es imposible combinar la comedia con el terror/thriller psicológico; hay ejemplos en la historia del cine. Pero requiere un sentido de la medida que Stearns no posee.
Pero voy ya a la razón por la que, a pesar de todo, recomiendo la película: sus magníficos veinte últimos minutos. En efecto, llegado cierto punto, el caos aparente del guion empieza a tomar pleno sentido, derivando en el uno de los finales más cabrones, inquietantes y disfrutables que me he metido entre pecho y espalda. Tanto que no me resisto a destriparla (en el spoiler, claro).
Un gran final, todo hay que decirlo, sostenido en las magníficas interpretaciones de un solvente Leland Orser y, muy especialmente, de una desconocida y absolutamente terrorífica Mary Elisabeth Winstead. Y es que la escalofriante maldad y frialdad, casi inhumana, que transmite en escenas como la del cuarto baño hacen casi dudar si es la misma interprete de films como Scott Pilgrim o 10 Cloverfield Lane o tiene una hermana gemela con tendencias psicopáticas: prueba de que estamos ante una gran actriz (tristemente desaprovechada).
En resumen, una película irregular a la que salva su tramo final y el buen hacer de sus intérpretes. Yo la he disfrutado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Destripo lo esencial
Durante las sesiones de terapia, Claire le cuenta al personaje de Orser las peculiares creencias de “Faults”: los miembros del culto están convencidos de que cuando alguien se ve sometido a un desgarro emocional o experiencia traumática su alma se desdobla literalmente en dos, creándose un doble astral capaz de separarse del cuerpo. También le habla de Ira, la misteriosa líder de la secta, dotada de supuestas capacidades sobrenaturales.
En cierto momento, dias después, cuando la cree ya razonablemente "desprogramada", Orser le revela a Claire que sus padres están en la habitación contigua y le permite reunirse con ellos. Aprovecha esta circunstancia para abandonar el motel y tratar de solucionar un acuciante problema de deudas. Eso sí: no sin antes advertir a sus padres que es inestable y que deben encerrarla durante la noche en el cuarto de baño (cuya cerradura es imposible de abrir desde dentro). Al regresar a la mañana siguiente, se encuentra a Claire tirada frente a la puerta de la habitación, en aparente estado de shock. Cuando interroga a sus padres sobre lo sucedido, estos le aseguran que la habían dejado encerrada en el baño, tal y como él les había pedido. Al preguntarle a Claire, esta le “confiesa” que durante la noche había sufrido un desdoblamiento, y que había sido su “doble” la que le había abierto la puerta del baño para que saliese.
Orser, por supuesto, no se cree la historia. Pero llega a la conclusión de que el único modo de asegurarse de que algo así vuelva a suceder es hacer guardia cada noche, por lo que su estado mental no tarda en deteriorarse debido a la falta de sueño. Llegado cierto punto, tiene una extraña alucinación en la que Claire comienza a hacerle el amor frenéticamente. Cuando Orser le pregunta que está haciendo, ella se limita a espetar cínicamente “Yo tengo el control”. Cuando cree despertar del sueño, la alucinación continúa: en la televisión de la habitación hay un video en el que se ve a sí mismo entrevistando a Jennifer, una antigua “paciente” a la que a la que años antes había tratado de “desprogramar” con desastrosos resultados.
Despierta en su coche, pero antes de tratar de averiguar que ha sucedido, debe ir a la ciudad para tratar el asunto de su deuda. Cuando regresa al motel, descubre que los padres de Claire se han ido, dejándola sola. Fuera de sí por la tensión acumulada, empieza a zarandearla en el cuarto de baño, preguntándole sobre lo que ha ocurrido durante la noche. Ella finge no saber nada. En cierto momento, la puerta se cierra, dejándoles a ambos encerrados y sin escapatoria posible. Orser se derrumba, completamente histérico. Claire, hasta entonces un personaje gris y enigmático, revela su verdadera cara. Con absoluta frialdad, lo acorrala psicológicamente hasta hacerle confesar que él había sido el responsable de la muerte de Jennifer, a la que, por pura codicia, había utilizado hasta llevarla al suicidio. Tras la catarsis, y con el mismo tono gélido, le ordena que se "desdoble" y que abra la puerta. Para sorpresa suya y del espectador, la puerta se abre.
Orser, alucinado, queda completamente convencido de los poderes sobrenaturales de Claire. Luego, esta, como prueba de sumisión, le pide que mate a su editor, cosa que hace sin rechistar mientras ella mira sonriente. Finalmente, le pide que le espere en el coche mientras “soluciona un asunto”. Llama a la habitación contigua. Descubrimos que sus supuestos padres siguen allí. En realidad, son dos fanáticos de la secta sometidos a la voluntad de Claire, que no es otra que Ira: todo, desde el principio, ha sido un maquiavélico plan para lavar el cerebro a Orser. Ira les “agradece” sus servicios dándoles dos cápsulas de cianuro, cosa que ambos reciben encantados en la creencia de que les envía a una existencia superior. Ira regresa al coche. Un Orser completamente entregado le pregunta a dónde van. Winstead lanza una mirada escalofriante al espectador y responde “A casa”.
Durante las sesiones de terapia, Claire le cuenta al personaje de Orser las peculiares creencias de “Faults”: los miembros del culto están convencidos de que cuando alguien se ve sometido a un desgarro emocional o experiencia traumática su alma se desdobla literalmente en dos, creándose un doble astral capaz de separarse del cuerpo. También le habla de Ira, la misteriosa líder de la secta, dotada de supuestas capacidades sobrenaturales.
En cierto momento, dias después, cuando la cree ya razonablemente "desprogramada", Orser le revela a Claire que sus padres están en la habitación contigua y le permite reunirse con ellos. Aprovecha esta circunstancia para abandonar el motel y tratar de solucionar un acuciante problema de deudas. Eso sí: no sin antes advertir a sus padres que es inestable y que deben encerrarla durante la noche en el cuarto de baño (cuya cerradura es imposible de abrir desde dentro). Al regresar a la mañana siguiente, se encuentra a Claire tirada frente a la puerta de la habitación, en aparente estado de shock. Cuando interroga a sus padres sobre lo sucedido, estos le aseguran que la habían dejado encerrada en el baño, tal y como él les había pedido. Al preguntarle a Claire, esta le “confiesa” que durante la noche había sufrido un desdoblamiento, y que había sido su “doble” la que le había abierto la puerta del baño para que saliese.
Orser, por supuesto, no se cree la historia. Pero llega a la conclusión de que el único modo de asegurarse de que algo así vuelva a suceder es hacer guardia cada noche, por lo que su estado mental no tarda en deteriorarse debido a la falta de sueño. Llegado cierto punto, tiene una extraña alucinación en la que Claire comienza a hacerle el amor frenéticamente. Cuando Orser le pregunta que está haciendo, ella se limita a espetar cínicamente “Yo tengo el control”. Cuando cree despertar del sueño, la alucinación continúa: en la televisión de la habitación hay un video en el que se ve a sí mismo entrevistando a Jennifer, una antigua “paciente” a la que a la que años antes había tratado de “desprogramar” con desastrosos resultados.
Despierta en su coche, pero antes de tratar de averiguar que ha sucedido, debe ir a la ciudad para tratar el asunto de su deuda. Cuando regresa al motel, descubre que los padres de Claire se han ido, dejándola sola. Fuera de sí por la tensión acumulada, empieza a zarandearla en el cuarto de baño, preguntándole sobre lo que ha ocurrido durante la noche. Ella finge no saber nada. En cierto momento, la puerta se cierra, dejándoles a ambos encerrados y sin escapatoria posible. Orser se derrumba, completamente histérico. Claire, hasta entonces un personaje gris y enigmático, revela su verdadera cara. Con absoluta frialdad, lo acorrala psicológicamente hasta hacerle confesar que él había sido el responsable de la muerte de Jennifer, a la que, por pura codicia, había utilizado hasta llevarla al suicidio. Tras la catarsis, y con el mismo tono gélido, le ordena que se "desdoble" y que abra la puerta. Para sorpresa suya y del espectador, la puerta se abre.
Orser, alucinado, queda completamente convencido de los poderes sobrenaturales de Claire. Luego, esta, como prueba de sumisión, le pide que mate a su editor, cosa que hace sin rechistar mientras ella mira sonriente. Finalmente, le pide que le espere en el coche mientras “soluciona un asunto”. Llama a la habitación contigua. Descubrimos que sus supuestos padres siguen allí. En realidad, son dos fanáticos de la secta sometidos a la voluntad de Claire, que no es otra que Ira: todo, desde el principio, ha sido un maquiavélico plan para lavar el cerebro a Orser. Ira les “agradece” sus servicios dándoles dos cápsulas de cianuro, cosa que ambos reciben encantados en la creencia de que les envía a una existencia superior. Ira regresa al coche. Un Orser completamente entregado le pregunta a dónde van. Winstead lanza una mirada escalofriante al espectador y responde “A casa”.