Recuerdo que hace como 20 años, quise iniciar a un amigo en el cine clásico, ya que lo evitaba por el tema del blanco y negro y todo eso, cosa que jamás entenderé. Y para ello le presté 12 hombres sin piedad y le dije que se trataba de una película donde en el 95% de su proyección, eran 12 hombres hablando en una habitación. Y me miró perplejo. A los pocos días, me entregó la película y me dijo: " Qué maravilla".

Si digo que he visto esta película al menos 10 veces, seguro que me quedo corto. Recuerdo que la primera vez que la vi, que es la que más te marca, me llamó enormemente la atención la actuación de Henry Fonda, con esa sobriedad, tranquilidad, ajeno a la presión de los restante once miembros del jurado, sin tener nada claro si el chaval era culpable o inocente, pero con la obligación moral de por lo menos tener la decencia de deparar un tiempo en considerar el asunto antes de enviar a un chico a la silla eléctrica.

Me encantó los primeros planos, desde el chaval sentado en el juicio, cuya mirada lo dice todo sin abrir la boca y aceptando casi a regañadientes su crudo final. De esto se aprovecha mucho Sidney Lumet durante el tiempo que pasa el jurado deliberando, primeros planos de gente que aporta una nueva prueba en la que no se habían parado a meditar, se repite una y otra vez. Y para crear una atmósfera hostil hacia el personaje de Fonda, nos sitúa en una habitación cerrada, con un día extremadamente caluroso, donde no funciona el aire acondicionado y toda la suma de estas circunstancias la veremos reflejada en miembros del jurado secándose el sudor, abriendo ventanas o acudiendo al baño a refrescarse. Once personas con ganas de salir de aquel infierno y una sola persona que los invita a dialogar el tema. Esta atmósfera creada de tensión irá en aumento a medida que la gente ve como va pasando el tiempo y en lugar de convencer a ese único miembro que piensa diferente, irán comprobando como analizando meticulosamente cada detalle de los testimonios y pruebas, la balanza de los que piensan que el chico es inocente, va aumentando.

Hay que tener un don especial para mantenerte pegado al sofá cuando se trata de una película sin acción, sin efectos especiales, sin flash-back, sin recreaciones, simplemente un diálogo puro y duro y aún así no tener ganas de moverte hasta que se produzca el desenlace final.

De lo mejor que se pueden imaginar sobre el cine de juicios.