Cualquier espectador que se precie a ver este producto y esté alrededor de los 40 años, le llegarán sentimientos de melancolía y grandes recuerdos. La estética ochentera es evidente en cada plano, la ropa al estilo video clips de música, peinados que ya entonces eran radicales, la música, los coches... un viaje al pasado.

En cuanto a la historia está basada en hechos reales que ocurrieron en ese instituto. Lo que al principio es una pequeña gamberrada de algunos salvajes, donde rompen material del instituto, pintan taquillas y destrozan todo lo que pillan a su paso, se convierte en la excusa perfecta por parte del director, para lanzar un reto, no hace falta policía, nosotros lo podemos solventar. Y es aquí donde nace La hermandad de la justicia, un grupo de estudiantes que en plan Charles Bronson, se ocupan de todos aquellos que pongan en peligro la tranquilidad del instituto. Al principio todo va sobre ruedas, y los delincuentes aprenden rápido la lección, el problema comienza cuando quieren ir más allá y cobrarse rencillas personales escudados en la hermandad.

Las interpretaciones están correctas y poco más, se nota las pocas tablas de los intérpretes Keanu Reeves estaba en su primer año de actuación, Sutherland en el segundo, Billy Zane también en su segundo, y queda muy claro en la pantalla. Además, es curioso que Sutherland el cual ha encaminado su carrera en general haciendo de malote, aquí ejerce de chico equilibrado y sanote, que no le pega ni con cola. Menos mal que se dio cuenta a tiempo.