Llevar el clasismo existente en el ámbito laboral en México a una comedia cinematográfica es sin duda una buena idea, pero como ocurre con muchas películas nacionales, el poco rigor en el trabajo de la escritura del guion termina dando como resultado un producto carente de profundidad y con resoluciones banales.

Ese es el caso de ‘Mirreyes vs Godínez’, la nueva película del polifacético director Chava Cartas, la cual narra una historia ambientada en el marco de las oficinas de una zapatería, empresa familiar que está a punto de entrar en crisis y que tiene dos posibles soluciones para rescatarla: entrar a una importante licitación o vender la empresa a empresarios chinos.

Trabajando en lo primero están un grupo de empleados de la compañía, quienes vendrían siendo en este caso los “Godínez”, liderados por Genaro (Daniel Tovar), quien diseña un nuevo zapato junto a Conan (Christian Vazquez), Nancy (Diana Bovio) y Sofía (Gloria Stalina), personajes estereotípicos que habitan las oficinas y que en la primera mitad del relato son bien explotados a favor de la comedia.

Por otro lado, se presenta el bando contrario, los ‘Mirreyes’, el grupo de los favorecidos, integrado por los hijos del dueño del negocio, Santi (Pablo Lyle) y Michelle (Regina Blandón) más dos amigos, el judío Shimon (Alejandro de Marino) y Richard (Roberto Aguire), quienes tras la muerte del patriarca deben aportar también una propuesta para poder participar en la licitación y evitar la venta de la empresa.

Lo mejor de la película aparece con la presentación de los personajes de ambos bandos, si bien son una acumulación de clichés de personalidades típicas de cualquier oficina, en algunos personajes el trazo es acertado, sumado a las correctas interpretaciones, donde se destaca la de Diana Bovio (‘Hasta que la boda nos separe’), quien con su simpatía y bien hacer se roba los mejores momentos de la primera parte de la película, que sostiene su buen ritmo y aciertos hasta las primeras interacciones de ambos grupos, pero poco más allá de la mitad todo se viene abajo.

El segundo tramo del relato está resuelto de la manera más convencional posible, el guion elude ahondar en el enfrentamiento de clases y resuelve seguir la historia por el camino más fácil y predecible, el de la comedia romántica simplona, estableciendo forzadas relaciones entre casi todo el elenco principal y su consabido final feliz, dando al traste con las algunas virtudes que había acumulado una película que termina lejos de ser una buena propuesta, aunque también lejos del acostumbrado desastre de las recientes comedias nacionales.

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