El director Peter Farrelly se aleja del tipo de comedias que le dio fama, realizadas junto a su hermano, con las que supo acumular taquilla y hacerse de un nombre en la industria, dirigiendo películas como ‘Una pareja de idiotas’ o ‘Loco por Mary’ y otras donde lo escatológico reinaba, presentando ahora una película que pretende ser un alegato contra el racismo.

Es el año 1962, Viggo Mortensen interpreta a Tony Lip, un sacaborrachos de origen italiano, regordete, racista y vulgar, que se ve obligado a buscar un trabajo temporal porque el lugar donde trabaja cierra por una remodelación.

Tony consigue, no sin algunos salvados desacuerdos, convertirse en el chófer y asistente de Don Shirley (Mahershala Ali), virtuoso pianista a quien acompañará durante una gira por el sur de los Estados Unidos, territorio muy racista, en las semanas previas a la Navidad en la que deberán compartir tiempo, espacio y algunas enseñanzas uno al otro.

La película de Farrelly es sin duda alguna simpática, sobre todo por el gran trabajo de sus intérpretes que logran sacar buen partido a sus personajes, los cuales son un cúmulo de estereotipos que viven juntos una serie de situaciones que se estancan en la comedia y se alejan del pretendido alegato antirracista de su director.

Y no lo consigue en gran parte porque su director decide no asumir riesgo alguno, dando forma a una película sumamente complaciente, previsible y convencional, si bien termina siendo una amable comedia con personajes queribles, pero que no ahonda lo debido en la temática que presuntamente defiende.

Inspirada en una historia real y producida y escrita por uno de los hijos de Tony, la película de Farrelly termina banalizando lo que pretendía denunciar, dejando de lado complejidades y aferrándose a un relato simple y que busca en todos momentos conmover al espectador, decidiendo correr la mirada cuando algún importante tema amenaza con aparecer en escena.

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