El cuarto largometraje de Diego Luna como director, tercero de ficción y segundo hablado en inglés, es una sentida road movie que consigue conmover pero que pierde bastante tiempo en decidirse por lo que quiere contar.

Cuenta la historia de Ambrose (Danny Glover) un hombre de 75 años en serios problemas de salud y económicos que amenazan con perder lo poco que queda de su granja, ante tal situación decide manejar llevando consigo al último de los cerdos criados por él, poniéndose con destino a Jalisco, México, con el objetivo de venderle el cerdo al hijo de su ex socio (José María Yazpik).

Desencantado por los nuevos métodos de crianza de los animales, los cuales considera inapropiados, decide no venderle a su cerdo llamado Howie y, mientras encuentra un posible comprador, es alcanzado por su única hija (Maya Rudolph), con quien apenas se habla por teléfono y quien le acompañará a encontrar al nuevo propietario de Howie

La película arranca con un ritmo que se torna pesado y poco alentador, tanto por el apesadumbrado desarrollo de la historia como por el inapropiado tono del relato, excesivamente sombrío que no permite que el espectador sienta empatía por el personaje de Ambrose.

Pero en cuanto hace aparición Maya Rudolph, la historia encuentra su equilibrio, toma un tono más amable y se convierte en una historia emotiva que seguirá creciendo conforme se avanza en la historia y aunque el final se siente un tanto forzado, consigue emocionar en un relato que bordea el melodrama y evita los innecesarios subrayados.

De lo áspero a lo suave, Luna consigue transformar su relato en una tierna, amable y sentida película de redención, en un notorio avance en cuanto a sus alcances como director, aunque todavía sin conseguir una película del todo sólida.


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