Segunda parte de la amable historia del delfín que tuvo que adaptarse a vivir en cautiverio y sin su cola.

Han pasado algunos años, quienes eran niños se han vuelto adolescentes, y Winter deberá a aprender a vivir sin la compañía de Panamá, delfín de avanzada edad que un día aparece muerto.

Sin la gracia de la primera parte, todo el encanto y naturalidad que envolvía aquella primera película desaparece en esta secuela, notándose como se estiran las anécdotas y situaciones, las cuales realmente carecen de interés alguno.

El casting sigue siendo encabezado por los mismos chicos sólo que ahora están convertidos en un par de crecidos adolescente, con los cuales cuesta identificarse ya que los actores ya crecidos han perdido toda gracia, pero el principal problema de esta segunda parte es que el protagonismo de Winter ha quedado reducido a muy poco, centrándose la acción, por decirlo de alguna manera, en la pareja adolescente.

Una película que no se sale de los parámetros propios del género, sin sorpresa alguna, rutinaria y que lo único que la hace atractiva son las esporádicas apariciones del pelícano Rufus. El resto es totalmente prescindible.