En su segundo largometraje de ficción, tras la pretenciosa ‘Vete más lejos, Alicia’, Elisa Miller consigue una película más redonda, aunque no carente de momentos vacíos cargados de significado, como los que colmaban su película anterior.

Rita y Mateo (Flor Eduarda Gurrola y Fausto Alzati), son una pareja que decidieron vivir lejos de la ciudad en la casa de campo del padre de él, en una granja cercana a un pequeño pueblito, con la intención de hacerla autosustentable.

Todo parece estar bien en su monótona existencia, pero la intención de ella de tener un hijo y la posterior visita de una prima de él (Camila Sodi), ponen en evidencia sus problemas de pareja, los que sobrellevan gracias a sus cotidianas sesiones de sexo, que se convierte en su válvula de escape.

A través de escenas largas y silenciosas, Miller muestra la cotidianidad de la pareja, ya sea en labores de la granja y en sus desinhibidas sesiones de sexo, momentos en los que consigue llevar al relato hacia algo auténtico, gracias en parte además a las actuaciones de los protagonistas.

Pero en medio de esas secuencias, Miller añade situaciones de un pretendido significado que al final de todo no resultan serlo, lo que entorpece una narración que no termina por ser del todo fluida.

Si bien con este segundo largometraje de ficción consigue dar un pasito adelante respecto a la anterior, Miller constantemente le pone freno de mano a un relato que presenta algunos hallazgos positivos pero que no logra llegar a emocionar ni incomodar.


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