Toda película compuesta por cortometrajes de diferentes realizadores conlleva cierta irregularidad de acuerdo a la personalidad y estilo de cada uno de ellos, este es el caso de ‘México bárbaro’, una antología de historias cortas basadas en leyendas y tradiciones mexicanas en el contexto actual.

Ideado y promovido por Lex Ortega, uno de los ocho realizadores, ‘México bárbaro’ se emerge como una interesante propuesta nacida desde la vereda más independiente, sobresaliendo entre el aletargado cine de género comercial mexicano, poblado de filmes que intentan emular formulas ajenas mal adaptadas.

El inicio no es muy prometedor, ‘Tzomplanti’, de Laurette Flores, donde un reportero entrevista a un sicario que le narra el modus operandi narco que se entremezcla con rituales ancestrales, el corto cuenta con un casting cuestionable, donde las voces utilizadas parecen no corresponderse y que intenta funcionar a manera de prólogo.

En ‘Jaral de berrios’ de Edgar Nito la cosa parece mejorar en una historia de bandoleros de la revolución que se esconden en una hacienda abandonada habitada por una fantasma, con un look quizá demasiado preciosista y recursos estéticos que se vuelven repetitivos.

Con ‘Drena’, de Aarón Soto, una idea pretendidamente trasgresora es ejecutada de manera por demás amateur en la historia de una chica que recibe la orden de un ente de drenar la sangre menstrual de su hermana. Un poco de humor le hubiese venido mejor.

Pero todo empieza a despuntar a partir de ‘La cosa más preciada’ de Isaac Ezban, una suerte de parodia grotesca que lo mismo mezcla cine serie B con esencia telenovelera, donde una pareja de jóvenes se escapan a una cabaña en el medio del bosque para consumar su primer encuentro sexual, pero la chica es secuestrada por un aluxe quien será quien la desvirgue. Ezban consigue hacer buen uso de cuanto cliché se le pone en frente en un festín bizarro lleno de guiños cinéfilos y un humor por demás hilarante, lejos de lo mostrado en su estrenada película ‘El incidente’, pero muy disfrutable.

‘Lo que importa es lo de adentro’, de Lex Ortega, es el corto que más se acerca a la premisa del proyecto, trasladando la conocida historia del coco o el conocido robachicos a la plaza de Tlatelolco, donde una niña es la única capaz de ver en un indigente a un siniestro tipo, ante la indiferencia de su madre. El corto mejor narrado y el más sangriento, que pierde un poco al mostrar en su parte climática un plano tan abyecto como innecesario.

‘Muñecas’ de Jorge Michel Grau cuenta una historia filmada en blanco y negro, una mujer trata de defenderse de un hombre de enorme complexión en plena Isla de las muñecas en Xochimilco, en un corto que visualmente es atractivo pero que da la sensación que no terminar de contar lo que pretendía contar.

De Ulises Guzmán llega ‘Siete veces siete’, otro de los puntos altos de la antología que narra la historia de un narco que roba un cuerpo de un narco rival al que volverá a la vida para consumar una venganza, un corto poderoso desde lo visual, ambientado en el Nevado de Toluca con algunos efectos visuales logrados y otros no tantos, inquietante y bien construido y el único de los ocho que da la sensación de tener todas las posibilidades de volverse un interesante largometraje.

Por último, ‘Día de los muertos’ de Gigi Saul Guerrero, presenta una historia de bailes exóticos, venganza y sangre muy al estilo de ‘Del crepúsculo al amanecer’, visualmente poderoso y con algunos baches en su narración que no le restan méritos, para un cierre digno.

Ocho cortometrajes que demuestran que el terror mexicano rebosa salud, pleno de ideas y sin depender de los grandes presupuestos.

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