Cada capítulo avanza descomponiendo la historia y aportando un nuevo elemento que da al traste con lo que se sabía hasta el momento, se creó una extraña conjunción de elementos que hicieron que calificaran a Henry como un asesino de masas, aprovechando su escaso intelecto, daños cerebrales, y extrajeron un número inusitado de confesiones de asesinato, que conforme se va desgranando la historia, se puede ver que en el mejor de los casos se debían a incompetencia por parte de los agentes al guiarle durante la confesión, no seguir los procedimientos ni investigar, y en el peor de los casos se puede ver mala fe, una voluntad por cerrar casos de forma fácil y fraudulenta sin tener en cuenta que esto podía hacer más daño aún a las familias de las victimas que un caso que permanece abierto.

Al final deja la sensación de que Henry, que confesó cientos de asesinatos en circunstancias cuanto menos dudosas y con acontecimientos muy extraños rodeando al caso, muy posiblemente fuese un asesino, confirman unos tres casos, pero la información que se da cambia por completo la imagen de él y aporta muchos datos interesantes, y más que de una historia de la más pura maldad, nos encontramos con una historia de corrupción o estupidez, y esta, si que no conoce límites en el ser humano.