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España España · cádiz
Voto de manolo:
9
Drama Recreación libre de los últimos días de la vida de Rodolfo de Habsburgo, heredero del trono austro-húngaro, centrada en su vida sexual. En contra de la voluntad de su padre, el emperador Francisco José, sus días transcurren en el libertinaje, en una permanente fiesta donde abundan los escándalos y las orgías; además, mantiene un largo amorío con una mujer de la nobleza rural húngara, muy inferior en clase a la suya, María Vetsera, junto ... [+]
12 de abril de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A sus 92 años de edad, nos ha dejado para siempre Miklós Jancsò, un director de cine todo un intelectual, titulaciones universitarias que nunca ejerció, profesor de la Universidad de Harvard, etc. Embebido por sus ideas políticas, claramente anti socialistas, que le valieron algún que otro revolcón con la dominación soviética de su Hungría natal y muchas veces el rechazo de algunas de sus películas. Este espíritu unido a sus siempre fantasmas eróticos, cristalizaron, casi de continuo, en su dilatada filmografía: Salmo rojo (1971); Vicios privados, públicas virtudes (1976); El corazón del tirano (1981); y un largo etcétera.
Una de las actrices que más admiraba el director era Teresa Ann Savoy, joven de una belleza extraordinaria sólo comparable a su erotismo, que se la rifaban los realizadores de aquella época gloriosa, para sus films: Padre putativo, Alberto Lattuada (1974); Salón Kitty, Tinto Brass (1976); Calígula, Tinto Brass (1979); El corazón del tirano, Miklós Jancsò (1981); etc., y, lógicamente, la película que ahora nos ocupa, interpretando el papel de María Vetsera.
El príncipe Rodolfo de Habsburgo, único heredero del Imperio Austrohúngaro, se ha convertido en un conspirador contra su padre el Emperador Francisco José, favoreciendo, tal vez por aversión al orden establecido, diversas revueltas nacionalistas, como la encabezada por los independentistas húngaros. Con la ayuda del duque, su amigo de correrías y desmanes, quiere alcanzar el gobierno del Imperio para transformarlo utópicamente en un estado confederado. La conjura fracasa y los principales responsables son arrestados. Pero el príncipe, que no ha sido imputado, y su amigo se refugian en el pabellón de caza de Mayerling. Allí urden un plan para burlarse y desacreditar al régimen dominante, consistente en montar una orgía a gran nivel, invitando a políticos, militares, hijos de buenas familias y otros pintorescos personajes, para ser chantajeados a posteriori.
Los acontecimientos que se desencadenaron fueron determinantes para la historia de Europa, con el desmoronamiento de un imperio y el advenimiento de una guerra, como consecuencia del atentado de Sarajevo, que costó la vida al príncipe Francisco Fernando de Austria, heredero a la corona en la línea sucesoria.
El príncipe Rodolfo que nos presenta Miklós Jancsò, encarnado por el actor Lajos Balázsovits, como un joven muy bien parecido que dimana salud y alegría, eso sí muy amante del sexo, se aparta del personaje real: retraído, dado a la melancolía, embargado de un odio hacia su padre y, posiblemente, portador de una grave enfermedad incurable en aquellos tiempos.
Esta delirante y especial visión de Jancsò de los acontecimientos que condujeron a la muerte de un príncipe Rodolfo no coincidente con la fisonomía real del personaje, a juzgar por las imágenes de la época, y una Vetsera intersexual (hermafrodita), sólo sostenible como leyenda urbana, desenfocan el contexto histórico riguroso.
La técnica cinematográfica está dominada por planos largos de gran belleza, ayudada por una fotografía de una cromaticidad notable. Los encuadres interiores no abundan, se ha preferido el ambiente casi bucólico, ensalzado por horizontes arbóreos muy matizados. En este escenario la actuación de los personajes es secundaria, por ejemplo la protagonista apenas si habla, eso sí, es encantadora susurrando una melodía popular.
Por ello, como contrapartida, este esteticismo visual tan notable, refleja una idea liberalizadora muy avanzada, incluso, para el momento de edición del film: un magistral movimiento de la cámara capta una multitud de jóvenes de ambos sexos con cuerpos esculturales y bellos, completamente desnudos, en una danza continua, en los jardines de Mayerling, envueltos en un colorido y una fotografía sublimes. Junto a estas escenas casi tocantes con el Arte, hay otras de un tono muy elevado, como las llevadas a cabo por la protagonista o por Laura Betti; y, a mi entender, no es pornografía, pues hay un maestro detrás, pero cuando se estrenó la película (subtitulada), asistías a la sala de proyección con una sensación de inquietud furtiva. Tiempo después, cuando las aguas regresaron a su cauce, fue televisión española la que la dio en su programación de noche.
manolo
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