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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
8
Terror El siniestro doctor Hichcock, un médico que vive una aparente vida cómoda y aburguesada, en realidad esconde un secreto que sólo comparte con su criada y con su esposa: la necrofilia. En uno de sus habituales juegos eróticos, en los que el marido narcotiza a la esposa hasta provocarle un estado cataléptico, ésta fallece y el doctor, mortificado por el sentimiento de culpa, abandona la mansión familiar. Años después regresa con su nueva ... [+]
17 de noviembre de 2012
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay ciertos géneros condenados a ser considerados menores. Están bien como divertimento, pero no cabe, se nos viene a decir, buscar en ellos nada más allá de eso. El hecho de poseer, al menos a priori, unas reglas de juego bien establecidas y de ceñirse a un fin unívoco (asustar, hacer reír) han convertido a géneros como el terror o la comedia, al menos a ojos de algunos críticos, en meros subproductos de la industria cinematográfica, válidos como carnaza para el gran público pero indignos de figurar en la primera línea del cine como creación artística.

En el caso concreto del cine de terror, los directores de los últimos lustros parecen haberse empeñado en darles la razón a sus detractores. Las carteleras llevan años llenas de sobresaltos baratos, violencia explícita y vísceras sin cuento, y sometidas a una sobrepoblación de anodinos psicópatas movidos por bobas coartadas pseudomorales. A fuerza de intentar ser originales a cualquier precio, las actuales cintas de terror han acabado convertidas en los artefactos más previsibles y tediosos que ha dado de sí un género reducido a la categoría de franquicia de golpes de efecto y casquería.

Comparada con cualquier película de terror actual, “El horrible secreto del doctor Hichcock” sale ganando en prácticamente todos los aspectos. Y lo hace, curiosamente, asumiendo plenamente su condición de peli de género. Riccardo Freda no sólo no pretende ser original, sino que muestra pronto sus cartas y resigue sin complejos un terreno que enseguida le resulta familiar tanto al espectador como al lector de autores como Poe: criptas, ataúdes, gatos negros, espectros femeninos paseándose por decrépitas mansiones… Igual de reconocibles que su ambientación gótica y tenebrista son los múltiples guiños que, desde el propio título, Freda lanza a Hitchcock y a varias de sus obras, como “Rebeca”, “Sospecha” o “Atormentada”.

Lo más interesante de esta peli, sin embargo, es el tratamiento formal que Freda da a un asunto en principio consabido, y su sabio empleo de recursos estrictamente cinematográficos para trasladarle al espectador la personalidad dual de un hombre (espléndido Robert Flemyng) escindido entre su trabajo como salvador de vidas y una pulsión mórbida que lo empuja a la necrofilia. Freda opta por la elusión y el laconismo, sugiriendo más que mostrando, sin dar más explicaciones que las necesarias y dejando a su cuidada escenografía y su atmósfera malsana y opresiva la labor de conducir al espectador hasta las paroxísticas y antológicas escenas finales, tanto mejores cuanto más desmelenadas.

A pesar de un par de molestos zooms, de unas transiciones algo torpes entre escenas y de un desenlace algo pedestre, el trabajo de Freda es encomiable y logra el milagro de bordear el ridículo sin llegar a caer en él, paseando sobre su línea como el mismísimo doctor Hichcock, el enamorado de la muerte. Mérito nada pequeño, dicho sea de paso, para la peli de un autor desconocido y de un género supuestamente menor.
Normelvis Bates
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