Haz click aquí para copiar la URL
Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
1
Comedia La doctora militar Eva Marini quiere unirse a un regimiento en pos de la igualdad de géneros. Así que el Coronel Farina la envía a un campamento liderado por el Coronel Fiaschetta, donde acaban los soldados más indisciplinados. Para colmo, el médico del campamento está experimentando con la tropa un excitante sexual. El regimiento está que se sube por las paredes, incluido el Coronel. (FILMAFFINITY)
27 de agosto de 2010
14 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora que estamos solos y que nadie nos escucha, dejad que os haga una confidencia. Que quede entre nosotros: hubo una época de mi vida en la que todavía no me masturbaba. Cómo iba a hacerlo, si el sexo no existía para mí. Repartía mi tiempo entre la escuela y la calle, y las niñas eran un estorbo inútil que era mejor evitar, unos seres estúpidos y ridículos que se entretenían con miles de idioteces que no tenían nada que ver no con lo único que de veras importaba: el fútbol, las peleas, las carreras en bicicleta. Qué mundo tan feliz aquél.

Pero entonces llegó el cine. Creo haber hablado ya de ello, pero tengo que poneros en antecedentes. Crecí en los 70, en plena época del destape, y en el viejo cine de mi pueblo, que hace ya tiempo que cría malvas, nadie tenía, la verdad, demasiados escrúpulos morales. Fuera cual fuera la peli que se proyectara, nadie se interesó nunca por la edad de quien entrara en la sala. ¿Qué clase de monstruo impediría a un niño divertirse un domingo por la tarde? Así fue cómo accedí, semanalmente y por una miserable cantidad de dinero, a un programa doble de todos los géneros que por ley tenía vedados hasta los 18 años. Así fue cómo supe que las chicas podían no ser tan inútiles como aparentaban. Así fue cómo entró en mi vida toda una galería de mujeres cuyo embriagador perfume a hembra recien descubierta me ha acompañado desde entonces. Hubo muchas otras, claro, desde Gloria Guida a Ornella Muti, pero por encima de todas ellas siempre estuvo Edwige Fenech.

Podría haber elegido alguna de las pocas pelis, digamos, serias en las que la dejaron participar o alguno de los varios “gialli” en los que lució su esplendoroso cuerpo, pero eso sería un fraude. Donde yo la descubrí y admiré fue en ésta y en docenas de comedias subnormales más, todas idénticamente chuscas y zafias, con sus conciertos de pedos y eructos y sus bromas cuarteleras de almorranas y meadas y sus hostias cuadrafónicas, en la que la dulce Edwige se paseaba luciendo escote y minifalda por un campamento militar y se duchaba ingenuamente al aire libre, a la vista de una panda de reclutas en estado de perpetua erección y con menos seso en la mollera que una ameba retrasada, capitaneados por ese engendro irrepetible llamado Alvaro Vitali, el rey de los pajilleros, por cuyo sorprendente parecido con Paquirrín habrá que interrogar tal vez algún día a Isabel Pantoja. Ésa, y no otra, es mi Edwige.

El final de esta historia es lo que suele llamarse una revelación, una epifanía. Sucia, vulgar y sacrílega, sí, pero epifanía al fin y al cabo. Un día, inesperadamente y no recuerdo por qué amable giro de la providencia, cayó en mis tiernas y todavía inocentes manos un número de “Interviú”* en el que Edwige, la hermosa Edwige, esa diosa llamada Edwige, ocupaba la portada y las páginas centrales. Abrí la revista y..., bueno, qué más puedo decir. Os ahorraré los detalles innecesarios, pero digamos que mi vida, para bien o para mal, nunca más volvió a ser la misma.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Normelvis Bates
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow