Haz click aquí para copiar la URL
Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
1
Terror Los espectros de unos nazis muertos durante un bombardeo mientras disfrutaban de una descomunal bacanal, regresan de la muerte para vengarse. (FILMAFFINITY)
23 de diciembre de 2011
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué mejor, ahora que se acerca la Navidad, que ir ejercitando nuestras papilas gustativas, tan desentrenadas ellas tras casi un año de tranquila y descansada rutina entre tristes verduras al vapor e insípidos filetitos a la plancha. Nada como una semana de festines nocturnos de casquería bien fresca y jugosita para ir entonando el cuerpo ante la que se le avecina. De hecho, Lucio Fulci es, si bien se mira, lo más parecido que debe haber en el mundo del cine a esas suegras que el día de Navidad le atornillan a uno a la mesa, no dejan de servirle paladas de asado y salsa en cataratas y no le permiten levantarse hasta que ha apurado hasta el último guisantito de la cazuela. A comer y a callar, hijo, que aquí no se tira nada.

Debo confesar que la cocina de Fulci me ha resultado, en conjunto, más bien pesada e indigesta. A pesar de su simpático aroma a producto casero y artesanal, los potajes del amigo Lucio son, en general, mejunjes torpes, repetitivos y toscos, y le dejan a uno el cuerpo como si se hubiera zampado una olla entera de garbanzos, caracoles y pies de cerdo. Es posible que esperara demasiado de ellas, pero las dos historias elegidas como entrantes, “Miedo en la ciudad de los muertos vivientes” y “Nueva York bajo el terror de los zombies”(3 y 4 agusanadas estrellitas, respectivamente), me parecieron demasiado estúpìdas para ser tomadas en serio y demasiado solemnes y efectistas para ser tomadas en broma. Me temo que el problema de Fulci es el mismo que el de las suegras: no sabe parar a tiempo.

Del sorbete que pedí como desengrasante, “La juez y su erótica hermana”, mejor ni hablamos. Una farsa imbécil y sin puta gracia cuyo único aliciente es el glorioso cuerpo de Edwige Fenech (su única estrella va por ti, amor, luz de mi infancia, tesoro de mi memoria). “Una historia perversa”, por su parte, es una sosa y deslavazada intriga de corte hitchcockiano protagonizada por un guapetón y pasmarote doctor y en que lo más destacable es la presencia de la escultural Marisa Mell. Cinco estrellitas gaseadas a la salud de sus ojazos bicolor.

La cosa mejora algo con el primero de los platos fuertes del menú, “El más allá”, donde Fulci modula algo sus excesos y juguetea con bastante gracia con el sonido, el terror extraído de lo cotidiano y la decadente escenografía del Sur estadounidense, aunque sea incapaz de sustraerse a su amor por las trepanaciones gratuitas y a la consabida y cargante procesión de difuntos parsimoniosos que arrinconan, pasito a pasito, a la pareja de protagonistas. Seis sulfurosas estrellas para ella.

Lo mejor de Fulci, sin duda, se encuentra en “Angustia de silencio”, un áspero, brutal e inmisericorde “giallo” rural, que, con todas sus taras y limitaciones, inserta con eficacia la ultraviolencia hiperrealista del Fulci más desmelenado en una intriga criminal con ribetes atávicos y una carga nada desdeñable de crítica social. Allá se despeñan siete desolladas y chisporroteantes estrellas.

(sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Normelvis Bates
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow