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Voto de Normelvis Bates:
3
5,8
1.356
Drama
Durante el otoño del año 2004, Èric Bertrán, un chaval de 14 años, crea una web inspirada en 'Harry Potter y la Orden del Fénix' con el fin de defender la lengua catalana. Una noche, treinta miembros de la brigada antiterrorista irrumpen en su casa y lo acusan de terrorismo informático. Su delito: enviar un e-mail a una cadena de supermercados pidiendo el etiquetaje en catalán. (FILMAFFINITY)
9 de mayo de 2013
45 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que ya gozaba de cierta notoriedad gracias a su aparición en un folletín de TV3 y a su fugaz paso por alguna que otra producción española, la auténtica popularidad le llegó a Joel Joan en 1999, gracias a la serie humorística “Plats bruts”, en la que compartía protagonismo con Jordi Sánchez, el hoy celebérrimo Antonio Recio Matamoros de “La que se avecina”.
Lo que muchos de nosotros no podíamos sospechar por entonces era que Joel Joan acabaría convertido en una caricatura infinitamente más exagerada que el pijo egocéntrico y cortito de luces, eterno y mediocre aspirante a actor, al que daba vida en aquella serie y que, en un extraño e inesperado bucle, le veríamos un día interpretando, día tras día y en la vida real, a un personaje acartonado, risible e histriónico, de modo no muy diferente a como lo interpretaría el personaje que lo había hecho popular.
Revestido de una solemnidad involuntariamente hilarante, ataviado con la parafernalia pret-a-porter al uso (gorra guerrillera con estrellita, puño prieto en ristre, consignas escupidas a toda mandíbula), Joan lleva años consagrado a la noble y heroica tarea de convencer al mundo de que “España es la aberración más grande de la Europa central, oriental y del Este” (léase de nuevo por si no ha quedado claro): tan pronto monta pollos en restaurantes supuestamente catalanófobos cuyo nombre es después incapaz de recordar como compara la situación lingüística catalana con la de los judíos en la Noche de los Cristales Rotos o señala con el dedo a los no independentistas para advertirles de que, en el futuro, podrían ser considerados traidores a su patria. Dicho en plata: ojito, que sabemos dónde vivís y a quiénes votáis. Al loro.
Ese, y no otro, es el contexto en que hay que encuadrar una película a cuyos responsables el cine les importa bien poco, si no es como arma de agitación y propaganda, por mucho que su director, sin duda en recompensa a las altas virtudes que atesora, haya presidido durante cinco años la Academia del Cine Catalán. De ahí que, en sus manos, la historia de la desproporcionada -y a la postre ridícula- respuesta del aparato estatal a la estúpida -pero en el fondo inocua- ocurrencia de un adolescente de amenazar por internet a diversas cadenas de supermercados por no etiquetar sus productos en catalán no sea sino un panfleto esquemático, torpe y plagado de ridículos e innecesarios subrayados, destinado a inflamar las ascuas sobre las cuales, por culpa de unos y de otros, muchos llevamos bailando, de un tiempo a esta parte, sin tener ni putas ganas de hacerlo.
Lejos de conmover o indignar por el evidente atropello que padeció Éric Bertrán, lo que acaba logrando “Fénix 11-23” es, paradójicamente, que uno se pregunte si esas ascuas que necesitan mártires en la edad del pavo y villanos de tebeo para seguir vivas se enfriarán por fin algún día y qué clase de criatura surgirá de entre sus cenizas. Y quién estará allí para montarla. Y quién para contarnos su historia.
Lo que muchos de nosotros no podíamos sospechar por entonces era que Joel Joan acabaría convertido en una caricatura infinitamente más exagerada que el pijo egocéntrico y cortito de luces, eterno y mediocre aspirante a actor, al que daba vida en aquella serie y que, en un extraño e inesperado bucle, le veríamos un día interpretando, día tras día y en la vida real, a un personaje acartonado, risible e histriónico, de modo no muy diferente a como lo interpretaría el personaje que lo había hecho popular.
Revestido de una solemnidad involuntariamente hilarante, ataviado con la parafernalia pret-a-porter al uso (gorra guerrillera con estrellita, puño prieto en ristre, consignas escupidas a toda mandíbula), Joan lleva años consagrado a la noble y heroica tarea de convencer al mundo de que “España es la aberración más grande de la Europa central, oriental y del Este” (léase de nuevo por si no ha quedado claro): tan pronto monta pollos en restaurantes supuestamente catalanófobos cuyo nombre es después incapaz de recordar como compara la situación lingüística catalana con la de los judíos en la Noche de los Cristales Rotos o señala con el dedo a los no independentistas para advertirles de que, en el futuro, podrían ser considerados traidores a su patria. Dicho en plata: ojito, que sabemos dónde vivís y a quiénes votáis. Al loro.
Ese, y no otro, es el contexto en que hay que encuadrar una película a cuyos responsables el cine les importa bien poco, si no es como arma de agitación y propaganda, por mucho que su director, sin duda en recompensa a las altas virtudes que atesora, haya presidido durante cinco años la Academia del Cine Catalán. De ahí que, en sus manos, la historia de la desproporcionada -y a la postre ridícula- respuesta del aparato estatal a la estúpida -pero en el fondo inocua- ocurrencia de un adolescente de amenazar por internet a diversas cadenas de supermercados por no etiquetar sus productos en catalán no sea sino un panfleto esquemático, torpe y plagado de ridículos e innecesarios subrayados, destinado a inflamar las ascuas sobre las cuales, por culpa de unos y de otros, muchos llevamos bailando, de un tiempo a esta parte, sin tener ni putas ganas de hacerlo.
Lejos de conmover o indignar por el evidente atropello que padeció Éric Bertrán, lo que acaba logrando “Fénix 11-23” es, paradójicamente, que uno se pregunte si esas ascuas que necesitan mártires en la edad del pavo y villanos de tebeo para seguir vivas se enfriarán por fin algún día y qué clase de criatura surgirá de entre sus cenizas. Y quién estará allí para montarla. Y quién para contarnos su historia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Una coda (Éric Bertrán, 2004-2013)
“Es una guerra y Éric es sólo otra víctima”. La frase se le atribuye en la película a Teresa Alabèrnia, madre de la activista Núria Cadenas, que pasó cuatro años en la cárcel, acusada de pertenecer a la banda terrorista Terra Lliure.
La víctima, Éric Bertrán, ha sido comparada por Joel Joan con Kunta Kinte, protagonista de la serie “Raíces”, así como con Gerry Conlon, el joven irlandés cuya historia dio origen a “En el nombre del padre”. TV3, coproductora de la película, se ha referido a Éric en alguna ocasión como “un pequeño William Wallace a la catalana”.
La víctima, después de ser absuelta, escribió un libro acerca de su experiencia. Una adaptación de su caso se llevó a los escenarios. Se rodó un documental. A lo largo de los años, Bertrán ha expuesto los entresijos de la extraña e inadmisible situación que vivió en multitud de entrevistas en todo tipo de medios de comunicación.
La víctima creció y sobrevivió a la adolescencia. A diferencia de Kunta Kinte, llegó a la edad adulta con ambos pies intactos y sin marcas de latigazos en la espalda. No pasó un solo día en la cárcel, como Gerry Conlon y el resto de los Cuatro de Guildford, que fueron condenados a penas de quince años de prisión. No fue emasculado y eviscerado en vida y después decapitado y desmembrado, como William Wallace, ni su cuerpo fue repartido y expuesto por todo el país contra el cual se había alzado.
La víctima, convertida en un referente heroico del independentismo, entró a formar parte de Convergència Democràtica de Catalunya, partido fundado por Jordi Pujol, parte integrante fundamental de la coalición Convergència i Unió, que durante un cuarto de siglo gobernó de modo hegemónico en Catalunya y gracias a cuyo apoyo gobernaron a su vez varios ejecutivos estatales, tanto socialistas como del Partido Popular.
La gestión de la víctima al frente de una fundación del partido centrada en temas inmigratorios ha sido puesta en entredicho en diversas ocasiones por algunos de sus compañeros, que le han acusado públicamente de actuar de modo dictatorial, de poca preparación intelectual y de arribismo. Hace un año, la víctima propuso la expulsión de Catalunya de los inmigrantes que lideraran “bandas juveniles violentas”, postura también expresada por el partido de ultraderecha Plataforma per Catalunya
La víctima, hace apenas dos meses, expresó públicamente su solidaridad con Oriol Pujol, hijo del fundador de su partido, donde ocupa el cargo de secretario general, actualmente imputado a causa de su supuesta participación en una trama de corrupción que le habría reportado cerca de siete millones de euros. “Oriol, eres un valiente”, dijo la víctima, que añadió que el secretario general de su partido estaba siendo sometido, como él, al acoso de las cloacas del Estado, y que, como el ave Fénix, algún día renacería de sus cenizas.
Oriol Pujol, por su parte, ha afirmado que en su supuesto caso de corrupción sólo le guiaba el beneficio para Catalunya.
“Es una guerra y Éric es sólo otra víctima”. La frase se le atribuye en la película a Teresa Alabèrnia, madre de la activista Núria Cadenas, que pasó cuatro años en la cárcel, acusada de pertenecer a la banda terrorista Terra Lliure.
La víctima, Éric Bertrán, ha sido comparada por Joel Joan con Kunta Kinte, protagonista de la serie “Raíces”, así como con Gerry Conlon, el joven irlandés cuya historia dio origen a “En el nombre del padre”. TV3, coproductora de la película, se ha referido a Éric en alguna ocasión como “un pequeño William Wallace a la catalana”.
La víctima, después de ser absuelta, escribió un libro acerca de su experiencia. Una adaptación de su caso se llevó a los escenarios. Se rodó un documental. A lo largo de los años, Bertrán ha expuesto los entresijos de la extraña e inadmisible situación que vivió en multitud de entrevistas en todo tipo de medios de comunicación.
La víctima creció y sobrevivió a la adolescencia. A diferencia de Kunta Kinte, llegó a la edad adulta con ambos pies intactos y sin marcas de latigazos en la espalda. No pasó un solo día en la cárcel, como Gerry Conlon y el resto de los Cuatro de Guildford, que fueron condenados a penas de quince años de prisión. No fue emasculado y eviscerado en vida y después decapitado y desmembrado, como William Wallace, ni su cuerpo fue repartido y expuesto por todo el país contra el cual se había alzado.
La víctima, convertida en un referente heroico del independentismo, entró a formar parte de Convergència Democràtica de Catalunya, partido fundado por Jordi Pujol, parte integrante fundamental de la coalición Convergència i Unió, que durante un cuarto de siglo gobernó de modo hegemónico en Catalunya y gracias a cuyo apoyo gobernaron a su vez varios ejecutivos estatales, tanto socialistas como del Partido Popular.
La gestión de la víctima al frente de una fundación del partido centrada en temas inmigratorios ha sido puesta en entredicho en diversas ocasiones por algunos de sus compañeros, que le han acusado públicamente de actuar de modo dictatorial, de poca preparación intelectual y de arribismo. Hace un año, la víctima propuso la expulsión de Catalunya de los inmigrantes que lideraran “bandas juveniles violentas”, postura también expresada por el partido de ultraderecha Plataforma per Catalunya
La víctima, hace apenas dos meses, expresó públicamente su solidaridad con Oriol Pujol, hijo del fundador de su partido, donde ocupa el cargo de secretario general, actualmente imputado a causa de su supuesta participación en una trama de corrupción que le habría reportado cerca de siete millones de euros. “Oriol, eres un valiente”, dijo la víctima, que añadió que el secretario general de su partido estaba siendo sometido, como él, al acoso de las cloacas del Estado, y que, como el ave Fénix, algún día renacería de sus cenizas.
Oriol Pujol, por su parte, ha afirmado que en su supuesto caso de corrupción sólo le guiaba el beneficio para Catalunya.