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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
8
Acción. Cine negro. Thriller Jack Carter es uno de los gángsters más poderosos de toda inglaterra. Su hermano acaba de morir y se dirige a Newcastle para asistir al funeral. Aún así, sigue creyendo que no ha sido una muerte natural. Carter ha decidido investigar quién es el culpable y, por ello, se verá dentro de una red de mentiras que espera le conduzcan hasta el hombre que ordenó el asesinato de su hermano. (FILMAFFINITY)
31 de marzo de 2010
77 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay muchas muertes en “Asesino implacable”. Lo primero que aparece muerto es la mirada de Michael Caine: glaciales, inexpresivos, inhumanos, los ojos de Caine son el perfecto espejo del alma de Jack Carter, el despiadado asesino a sueldo que, desoyendo a sus patrones, regresa a su Newcastle natal para saldar cuentas con los responsables de la sospechosa muerte de un hermano al que no quería pero al que se siente obligado a vengar. Y es que Carter filtra todos sus sentimientos a través de la violencia, sólo mediante la muerte parece capaz de experimentar algo parecido a una emoción.

El segundo de los muertos es Newcastle. Fría, inhóspita, envuelta en una permanente neblina meona, la ciudad que recibe a Carter es una sórdida reliquia de la Revolución Industrial metida en un ataúd mohoso y oxidado: calles grises y húmedas que mueren en sucias y humeantes factorías, ferries desvencijados, hipódromos ruinosos, pubs mugrientos donde viejos obreros desdentados engullen una cerveza tan negra y viscosa como la arena de sus playas. Newcastle es una puta vieja, cansada de trajinar y roída por la edad y las enfermedades, de la que los hampones casposos y horteras que la gobiernan sacan lo único que puede ofrecer ya: porno cutre y calcetines sudados.

Del resto de los muertos no hablaremos, porque no importan mucho. Subrayada por la excelente e hipnótica música de Roy Budd, la mirada que Hodges arroja sobre los personajes y el escenario en que se mueven a lo largo de la primera parte de la película está tan cargada de naturalismo, es tan fría y nihilista, que cuando llega la esperada explosión de violencia de su tramo final, los hombres caen uno tras otro y nos parece que es inevitable que lo hagan. Ése es su destino. Las mujeres, por su parte, son simples objetos de placer: como un coche, como un arma, como un teléfono, Carter las usa y las olvida después. Tampoco ellas merecen piedad alguna.

Michael Caine, en su estreno como productor, compone un personaje antológico, atractivo y odioso a partes iguales, inmisericorde y extremadamente cruel, elegante y dotado de un negrísimo sentido del humor, que ilustra a la perfección el giro cínico y ultrarrealista que dieron las pelis de gangsters a finales de los 60 y principios de los 70, cuando, apagadas ya las últimas lucecitas de la era pop, asomaban sus feos rostros las drogas duras, el hormigón, la violencia global televisada y el desempleo. Muy significativamente, puede verse en la peli una copia del “Let it bleed”, uno de los mejores discos de la mejor época de los Stones, monarcas absolutos del Rock tras la separación de los Beatles. “Asesino implacable” es el espejo del mundo en crisis que mató al Sargento Pimienta, el último de los muertos que Jack Carter apartó de su camino y dejó que se desangrara.
Normelvis Bates
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