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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
8
Western En la pequeña ciudad de Silver Lode, el sheriff McCart interrumpe bruscamente la boda entre Dan y Rose para detener al novio. (FILMAFFINITY)
23 de febrero de 2012
39 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Allan Dwan nació una década antes de que los hermanos Lumière inventaran el cine y murió unos pocos meses después de que Martin Scorsese estrenara “Toro salvaje”. Entre 1911 y 1961, Dwan dirigió más de 400 títulos de todos los géneros imaginables, del western al musical, del bélico a la comedia, del cine negro al de espadachines. Fue un pionero del cine y el auténtico rey de la serie B, un estupendo y humilde artesano que sabía suplir lo limitado e impersonal de los proyectos que dirigía con un oficio y una solvencia que ya querrían tener otros. A veces, incluso, sabía ofrecer más que eso.

No hay que ser Scorsese, uno de los mayores admiradores de “Filón de plata”, para ver que eso es lo que ocurre en este modesto western, ambientado en un pequeño pueblo americano, que ve su paz turbada por la brusca irrupción de unos supuestos agentes federales, liderados por un tal McCarty, que en pleno 4 de julio y en el día de su boda, pretenden llevarse preso a Dan Ballard, hombre querido por sus vecinos pero de oscuro pasado, acusado de robo y asesinato. Después de la indignación inicial con que el pueblo recibe la noticia, McCarty logra, mediante mentiras y tergiversaciones, culpabilizar a Ballard ante sus convecinos y convertirlo en la presa de una cacería que pone de manifiesto la hipocresía de quienes hasta entonces se habían llamado sus amigos.

La casi coincidencia de nombres entre el senador McCarthy y el supuesto agente no es sino la más obvia de las alusiones al peligro que corría la libertad en plena caza de brujas que Dwan desliza en una película que aprovecha la orgullosa exhibición de imaginería patriótica del Día de la Independencia para escenificar el atropello que los valores americanos estaban sufriendo. No son gratuitos los tiroteos entre mesas festoneadas con barras y estrellas o ese final de evidentes ecos metafóricos en el que influye decisivamente el símbolo norteamericano por excelencia de la libertad. Como “Furia” o “Solo ante el peligro”, “Filón de plata” explora la cobardía, la doblez y la ceguera animal que, disfrazadas de rectitud y respetabilidad, se ocultan agazapadas en todo grupo humano. Que la única ayuda que recibe Ballard de ese grupo sea la de una puta resulta más que elocuente al respecto.

Por si no fuera bastante, la película es excelente como entretenimiento. Dwan propone, en 77 minutos, un trepidante espectáculo, más que notable en el plano técnico, que sigue a rajatabla la regla de las tres unidades sin dar tregua al espectador en ningún momento: en el minuto 2 aparece un conflicto que antes del cuarto de hora está ya en pleno apogeo y que no hará sino crecer en tensión hasta los instantes finales de la peli. La elección de los tres protagonistas y el fondo irónico de cierto giro final de los hechos, además, contribuyen a acercar esta peli al género negro y a su despiadada percepción de que si algo distingue a los seres humanos es su capacidad innata de crear y creer mentiras, y de sacar provecho de ellas.
Normelvis Bates
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