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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
5
Drama. Bélico Cuatro soldados de la División Azul española que habían participado en la invasión del territorio soviético por parte del ejército alemán son apresados tras la expulsión de las fuerzas hitlerianas. Son enviados a campos de trabajos forzados y la única manera que tienen de vivir una vida mejor allí es renunciando a la nacionalidad española. Tan sólo dos de ellos aceptan tal condición, pero los otros españoles comienzan una lucha por ... [+]
16 de noviembre de 2010
36 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
No creo que nadie, a estas alturas, se atreva a poner en duda que Stalin hizo méritos sobrados para ser considerado uno de los mayores monstruos del siglo XX. Que ya es mérito. Siguiendo sus órdenes expresas, se deportó, asesinó o torturó a millones de personas. Gobernó de modo despótico y brutal durante décadas. Su régimen mantuvo en la pobreza y la ignorancia a la inmensa mayoría de habitantes de uno de los países más poderosos del planeta. No es extraño que quienes padecían su tiranía y los habitantes bien informados de las democracias occidentales desearan el fin de sus días, maldijeran los horrores del régimen soviético e hicieran cuanto estuviera en sus manos por denunciarlo y combatirlo.

Lo que no me queda tan claro, después de ver esta película, es qué narices se les había perdido en Rusia a los miembros de la División Azul. Cuando uno ve y oye al capitán Adrados mostrando orgulloso su camisa falangista y soltándole a uno de sus captores que él está allí para luchar contra el comunismo, cree entender el porqué. Hasta que se cae en la cuenta de que la División Azul participó en el asedio de Leningrado, donde murió más de un millón de civiles, empujados por alemanes y españoles a la congelación y el canibalismo. Y se pregunta uno si lo que querían Adrados y los suyos era liberar a los rusos definitivamente y sin vuelta atrás, esto es, matándoles lentamente de hambre y frío. Qué curioso modo tenemos los españoles de solidarizarnos con los oprimidos, la verdad. Y los rusos, mientras, encarcelando a sus libertadores y comiéndose su turrón de Jijona. Hay que ser desagradecido.

Es una obviedad que esta película es un vehículo de exaltación falangista. Difícilmente podría ser otra cosa, filmada dos años después del regreso a España de los divisionarios supervivientes. Pero está rodada, sin embargo, con pericia y soltura, la ambientación es buena, posee algunas escenas de cierta intensidad dramática, la narración es ágil y demuestra un notable sentido del ritmo, no en vano Forqué firmaría pocos años después “Atraco a las tres”.

Lo que lastra la película, en todo caso, no es su tufo propagandístico o su maniqueísmo. Que a los rusos se les pinte como cretinos integrales o bestias mentirosas y crueles entra dentro de lo normal, pero es que el tal Adrados no es mucho mejor. Es un bravucón y un fanático, un doctrinario al que no cuesta mucho imaginar descerrajando tiros en cunetas y tapias de cementerio, que impide a sus hombres cualquier tentación desviacionista, usando si conviene la amenaza. Para él no existen los hombres, sólo existen las ideas, y cualquier sacrificio de vidas humanas es poco con tal de volver a España “por la puerta grande”. No hay piedad ni humanidad ni para rusos ni para españoles en esta película, que pasa por alto la pluralidad de motivos de los divisionarios, sus dilemas, dudas y miedos profundos, juzgados únicamente en función de su grado de fidelidad a una abstracción que desprecia el sufrimiento de sus víctimas.
Normelvis Bates
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