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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
7
Thriller. Terror. Comedia Un periodista de un diario de Las Vegas investiga una serie de asesinatos cometidos, presuntamente, por un vampiro. (FILMAFFINITY)
31 de octubre de 2009
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué agradable reencuentro. He guardado durante muchísimo tiempo el recuerdo de haber visto, cuando tenía 11 o 12 años, un par de telefilms protagonizados por un mugriento e impertinente periodista que me habían puesto los pelos como escarpias. Durante todo este tiempo no había sido capaz de recordar su título ni mucho menos el nombre de sus protagonistas. Hace poco, y por casualidad (¡gracias mil, FilmAffinity!), pude identificarlos y he podido localizarlos y verlos de nuevo. Se trata de “El vampiro de la noche” y de su continuación, “El estrangulador de la noche”. Solo ahora he podido comprender por qué me gustaron tanto en su momento.
Ciñámonos aquí a la primera de esas pelis. A pesar de esa factura visual semejante a tantas y tantas series y películas de esa época, como “Colombo” o la saga de “Harry el Sucio”, “El vampiro de la noche” ofrece un punto de calidad extra que tiene su explicación, de entrada, en el guión del gran Richard Matheson, que adapta una novela inédita de un tal Jeff Rice, a quien, con el debido respeto, deben de conocer en su casa a la hora de comer. La historia es bastante sencilla, y mezcla elementos de novela negra, terror y algunas gotas de comedia. Una serie de asesinatos en los que las víctimas son siempre guapas chicas que aparecen completamente desangradas, así como el asalto al banco de sangre de un hospital, despiertan la curiosidad de Carl Kolchak, un conflictivo y desastrado periodista de Las Vegas, que sospecha que el responsable de los crímenes podría ser un vampiro moderno. Con la ayuda de su instinto y de un manual que le presta su novia (“Todo lo que siempre quiso saber sobre los vampiros y nunca se atrevió a preguntar”) logra poner cerco a un asesino la naturaleza del cual la incrédula policia y las autoridades de la ciudad se niegan obstinadamente en reconocer.
Muy competentemente dirigida por John Llewellyn Moxey, con nervio narrativo y con un notable sentido del ritmo, la peli posee el aliciente de contar con un puñado de muy profesionales actores, empezando por el excelente Darren McGavin, que por aquellas mismas fechas protagonizaría la estupenda e infravalorada “Hay que matar a B.” de José Luis Borau, y siguiendo con rostros tan familiares y gratos como los de Simon Oakland, Ralph Meeker, Claude Akins (¡hey, Sheriff Lobo!) o esa entrañable sabandija llamada Elisha Cook, jr.
Que nadie espere una obra maestra, esto es una simpatiquísima y muy entretenida peli de género, que ayuda a pasar una aburrida tarde de sábado y que logra emocionar e incluso sobrecoger a ratos, sin necesidad de baratos golpes de efecto o de escenas sanguinolentas. Tal vez resulte difícil de creer, pero fue tal su éxito (¡75 millones de espectadores!) que no solo dio origen a esa secuela de la que hablábamos sino que fue la inspiración de toda una teleserie, protagonizada por el mismo McGavin y convertida hoy en una serie de culto. Ya puestos, me la pido. Todo sea por Kolchak y su asqueroso sombrero.
Normelvis Bates
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