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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
7
Terror. Ciencia ficción De vuelta al ancestral castillo 25 años después de la muerte del monstruo, el hijo del doctor Frankenstein conoce a Ygor, un pastor loco que esconde a la terrible criatura. Buscando limpiar el nombre de la familia, revive al monstruo y lo intenta rehabilitar. (FILMAFFINITY)
26 de enero de 2010
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una lástima que no se conozca algo mejor esta peli. A pesar de sus no pocos encantos y de ser la fuente principal de Mel Brooks para “El jovencito Frankenstein”, sigue encajonada, la pobre, entre las dos obras mayores de James Whale sobre el monstruo y la infinita cantidad de descabellados subproductos y parodias que se produjeron durante la década de los 40 hasta su resurrección, a finales de los 50, en la estupenda saga de películas que dedicaron a la criatura los estudios Hammer. Ello no significa, por supuesto, que “La sombra de Frankenstein” pueda compararse a ninguna de sus dos predecesoras, pero es un más que digno producto del terror clásico de la Universal, que ofrecerá algunas sorpresas a quienes no la hayan visto todavía.

La primera de esas sorpresas es su excelente escenografía de inspiración expresionista, que subraya, mediante hábiles claroscuros, pasillos y salones tortuosos y angulosos y una hostil y amenazante naturaleza, el carácter ominoso del relato de la resurrección de la criatura a manos de Wolf Frankenstein, el hijo del antiguo barón. Este papel, en principio reservado para Peter Lorre, acabó finalmente en manos de uno de los actores definitivos de aquella década, Basil Rathbone, que sale victorioso del trance de tener que dar la réplica a Boris Karloff y Bela Lugosi, un duelo interpretativo que supone otro de los alicientes de esta peli. La película deja, además, algunas escenas bastante apreciables, que enriquecen la galería iconográfica del monstruo creado por Mary Shelley y que dan fe del buen trabajo de Rowland V. Lee: el detallismo científico de la resurrección, la larga e intensa descarga eléctrica que devuelve la vida a la criatura, ésta retorciendo entre sus manos el libro de cuentos de hadas que le ha regalado el hijo de Wolf o el modo tangencial y sugerente en que se resuelven las muertes que comete el monstruo son. entre otros, algunos de los momentos que sitúan a esta peli por encima de la categoría de simple apéndice despersonalizado.

A pesar de ello, la película no logra desprenderse del lastre que supone ser una secuela. El guión es endeble y tiene que recurrir demasiado a menudo a estrategemas risibles y casi delirantes para llevar a la historia hacia un final que se antoja comodón y postizo y que casi logra arruinar algunos de los logros antes reseñados. El monstruo, por otro lado, pierde parte del encanto que tenía en las películas de Whale y se limita a reseguir los tópicos que aquéllas habían instaurado, motivo por el cual Karloff dejaría de interpretarlo hasta 1944, en que lo encarnaría por última vez. Aun así, la película logra plantear un interesante debate acerca de las fronteras de lo deforme y lo normal que tiene su momento cumbre en la escena en que el monstruo se mira en el espejo y obliga a Wolf a ponerse a su lado y mirarse también en él para que compruebe la inhumanidad del rostro que le dio su padre, sabio o loco creador no se sabe muy bien si de hombres o de monstruos.
Normelvis Bates
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