Ki-Duk Kim es uno de los artistas más peculiares que podemos encontrar hoy en día: procede de familia campesina, sus estudios son muy básicos –no llegó a terminar primaria debido a la situación familiar–, nunca fue aficionado al cine y se inició como realizador a los 33 años sin apenas formación previa. Y, a pesar de todo, fue capaz de hacer un primer largo como éste, que, sin ser una obra maestra, está por encima de la media profesional.
Evidentemente, se trata de una película de bajo presupuesto –lo que repercute especialmente en la música–, pero ya queda perfectamente perfilado el estilo entre efectista y poético del director, entre violento y delicado. Me parece un cineasta agresivo y creativo que todavía está por explotar sus cualidades. Si consigue mantener la sutileza de su "Hierro 3" y evitar que los finales se le vayan de las manos (el de este trabajo no es de los peores), podría llegar a hacer alguna película realmente imprescindible.

Desde luego es un tipo de cine no apto para todos los gustos: el espectador que quiera disfrutar mínimamente con la historia deberá estar dispuesto a soportar violencia, machismo y un par de idas de pelota no demasiado rallantes.