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Voto de jastarloa:
7
Drama Imperio Nuevo. Egipto se encuentra en una difícil coyuntura. Por una parte, los asirios amenazan con invadir el país y, por otra, el empobrecimiento del pueblo es cada vez mayor. Una vez proclamado faraón, el joven Ramsés XIII (que nunca existió) decide poner remedio a esta situación sirviéndose de las riquezas de la casta sacerdotal, que concentra en sus manos el poder económico, religioso y, de hecho, también el político. (FILMAFFINITY) [+]
15 de octubre de 2009
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algo tendrá esta película cuando, a pesar de su escasez de medios y de abundar en anacronismos derivados de la adaptación de una novela mal documentada (no existieron ni el decimosegundo Ramsés ni el decimotercero, y parece haber algunas imprecisiones temporales en cuanto al enfrentamiento asirio), la mayoría de cinéfilos y amantes de la egiptología la califican, aún hoy, como el mejor peplum de temática faraónica de todos los tiempos. Se deberá, seguramente, a su acabado realista alejado de la superproducción, a su digno elenco (aunque ni de lejos sobresaliente, si se me permite discrepar), a su meticulosidad en la reconstrucción de los detalles costumbristas y a su imperecedero análisis de los conflictos político-militar, religioso-militar, religioso-social… y todas las demás palabras compuestas que se os ocurran con los tres estamentos, que en este aspecto el material es bien completito.

A los interesados en sus cualidades fílmicas hay que remitirles, fundamentalmente, a los peculiares planos secuencia en los que la cámara aparece estabilizada mediante fijación a un elemento que se mueve por el escenario, que lo mismo te hacen sentir transportado en palanquín que a pie de batalla en un sube y baja por las dunas. Pero también hay que advertirles de que se emplean otras técnicas demasiado farragosas, como en esa escena de trasfondo sosegado en la que, sin cambiar de plano, se sucede un frenético intercambio de encuadres entre sacerdotes (a mí me sonó a modernez, la verdad), y de que la narración transita por momentos de plúmbea pesadez, afortunadamente breves.
Un punto a favor del realismo es la ausencia de música instrumental. La banda sonora se limita a los sonidos de guerra y a los graves alientos guturales que expelen los sacerdotes para entonar sus cantos.

A los más interesados en las efemérides egipcias sólo puede recomendárseles, si al menos desean pasar un buen rato, que se olviden de la dinastía Ramésida y que extrapolen la ficción a los numerosos momentos posteriores de la historia que se ajustan al patrón descrito. No habrán de caer en saco roto las explicaciones sobre el inmenso poder que adquirieron los líderes religiosos, que sucumbieron al "efecto Gollum" tras acaparar inmensas riquezas y esconderlas en los laberintos de las pirámides, ni el conflicto de intereses que se establece entre el temperamental soberano que acaba de heredar el imperio y los consejeros políticos que ya habían iniciado negociaciones con el enemigo.
jastarloa
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