Fue una de las series más longevas y exitosas en la historia de la televisión española, lo cual no es decir mucho. Destinada al consumo familiar, sus principales alicientes eran una buena mezcla de humor fresco y elegante con drama sensiblero y la presencia de algunos actores excelentes que hacían que las blandenguerías por lo menos fueran eficaces.
Personalmente la encuentro digna de mi admiración por un detalle muy meritorio: conservó su interés sin que en ningún capítulo, que yo recuerde, se trasladara la acción fuera de los decorados de la farmacia y de su fachada.

Lo mejor: Adolfo (Carlos Larrañaga), Lourdes (Concha Cuetos) y la mayoría de los secundarios: Romerales (Cesáreo Estébanez), Paquita (Esperanza Grases), Sandra (Emma Ozores)...
Lo peor: la habitual blandenguería de Mercero; Julián González y Alicia Rozas, los niños.

Por cierto, me gustaría aclarar que no he escrito esta crítica movido por la nostalgia, pues he podido ver recientemente una reposición.