Es cierto que la película se basa en un cuento, es cierto que conserva muchos elementos del género infantil, pero a los adultos intelectualmente torpes se les escaparán las metáforas, no se fijarán en el ambiente oscuro expresionista y no se reirán con unos magníficos chistes basados en la exageración visual.
La señorita Trunchbull, una mezcla entre un ogro comeniños, el increíble Hulk, una lanzadora de discos rumana y un dictador militar –me recuerda a una profesora facha que tuve de pequeño que nos atizaba en la cabeza con el puño cerrado cuando fallábamos algún ejercicio–; ella, digo, nos ofrece los mejores momentos de la película, sobre todo durante la persecución por la casa. También hay que destacara a la niña, a DeVito y a Rhea Perlman.

Quizás le hubiera sacado más partido un director como Burton, pero DeVito logra una adaptación muy decente, entretenida, graciosa, acompañada de buena música y con una nueva visión más grotesca y moderna, casi adulta –el niño gordo; la escuela que parece una prisión; la familia de Matilda, en la que el padre es un estafador y la madre una adúltera; etc.–, de los mensajes infantiles de siempre.