Puro espectáculo y fantasía presentado como un circense y kafkiano sueño de un maduro y recalcitrante seductor que disfruta y sufre soñando con mujeres. Fellini demuestra ser el mejor productor y montador de sueños: las mujeres soñadas son fantasías y recuerdos deformados de este irredento machista.
Los sueños carecen de juicios morales, no entienden de correción política y son atemporales. El feminismo aparece desde la óptica del protagonista como un elemento amenazador para su integridad de seductor convencido.
Fellini ejerce una autocrítica y recrea algunos de sus recuerdos (escenas que evocan algunas de Amarcord). Hace un recorrido de la mujer de finales de los 70 desde distintos ángulos, pero desde el único enfoque que conoce bien: el suyo. Equivocado o no, una vez más analiza la realidad subjetiva porque la realidad objetiva es inaprehensible para un individuo. Se aleja del neorrealismo de sus primeras obras y hace una nueva aproximación al surrealismo.
Ante todo toca divertirse soñando... (aunque pueda parecer impúdico para algunos).