Se trata de una película muy tramposa.
Durante la primera mitad tenemos la impresión de estar ante un discípulo del gran Haneke. La cosa se tuerce cuando el emulador de Haneke se convierte en carnicero pretencioso, en un burdo exhibicionista de sadismo innecesario. Si quiero ver gore barato lo hago a sabiendas, no empujado por un guión enfermizo.

Este tipo de subproductos diseñados por psicópatas sólo consiguen dañar al cine.