Qué vergüenza, parece mentira que Berlanga realizara este bodrio panfletario sin gracia alguna, con un guión mediocre y un par de actores penosos haciendo el imbécil.
Esta crítica maniquea al franquismo y a la religión católica podría ser idónea en su momento o cuando la censura abrió la mano, pero en los tiempos actuales ni es inteligente, ni maldita la gracia que hace con sus chistes fáciles y malos. La Luisa Martín no logra sacarme ni una sonrisa sino todo lo contrario: dan ganas de evitar ver cualquier película en la que trabaje. Y el sobrevalorado hasta límites imposibles Santiago Segura ¿sabe hacer algo que no sea de gilipollas como el personaje de Torrente? Le faltaba el traje cutre color mierda.
Resumiendo: humor cero, ironía cero, inteligencia cero.