Como símbolo del valor de "Mowgli y Baloo" o "El libro de la selva 2" da en el clavo. Resulta que nada más empezar nos dicen que estamos en la India, lo cual es evidente, y en el 1890. Bien. Y a continuación salen unos chimpancés persiguiendo al protagonista. ¡Pero los chimpancés viven en África, no en Asia! Vaya metedura de pata. Por supuesto, error al margen, la obra podría ser espectacular pero no lo es ni de lejos. De hecho, si ya no me gustó la película de 1994, que tenía más medios y más cabeza, ésta lo iba a hacer menos. A mí es que la copia del Tarzán africano (¡aunque Mowgli es anterior¡) pero en niño salvaje no me atrae nada. Temblando estoy de encontrarme con el gran clásico de dibujos, el de Disney del 1967.

Sea como fuere, la película, que es extraordinariamente simple, podrá gustar algo más a los niños o a los amantes de la naturaleza. En este sentido, el largometraje se rodó en Ceilán, por supuesto, prefiero siempre los nombres coloniales de los países y regiones, pero las localizaciones son discretas y los efectos especiales, de tercera regional. En definitiva, como la recreación de la muy fascinante India Británica, sobre todo por ser británica, que quede claro, queda en prácticamente nada, los únicos que vale la pena son los amigos (¡o enemigos!) de Mowgli, que no se sabe quién es más bonito: el lobo, la pantera negra, el oso o el tigre. De Bill Campbell con la voz y el sombrero de Indiana Jones, mejor ni hablar.