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4
Musical. Romance. Comedia. Drama Mia (Emma Stone), una joven aspirante a actriz que trabaja como camarera mientras acude a castings, y Sebastian (Ryan Gosling), un pianista de jazz que se gana la vida tocando en sórdidos tugurios, se enamoran, pero su gran ambición por llegar a la cima en sus carreras artísticas amenaza con separarlos. (FILMAFFINITY)
10 de abril de 2019
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues aquí tenemos la que pudo ser la gran triunfadora del 2016, a pesar de que la taquilla no fue demasiado generosa con ella, algo más de 446 millones de dólares recaudados para quedarse en el puesto 17 a nivel mundial. Sin embargo se llevó seis Oscars, aunque le arrebataron, nunca mejor dicho, el de Mejor Película, a lo que hay que añadir una retahíla de buenas críticas. Pero antes de seguir, como "La La Land" o "La ciudad de las estrellas" se trata de un musical, me pregunto, ¿Por qué este género cinematográfico tiene que emplear una música pastelosa y unos números musicales tan irreales? Es decir, que la gente se ponga a bailar por la calle sin venir a cuento. A mí esto siempre me ha parecido hortera. ¿Por qué no hacer un musical realista? Si no recuerdo mal "Fama" (1980) lo era y si hablamos de las canciones, "Grease" (1978) tenía una banda sonora impresionante, con temas que puedes escuchar perfectamente en la radio porque es pop o rock de los años 50 y del bueno. Sin embargo, aquí no hay ni un número que puedas tararear o recordar, sino más bien sufrir con hastío hasta que concluya. Además, es bastante evidente que la pareja de bailarines aficionados como Emma Stone y Ryan Gosling está a varios años luz de genios de la danza como Fred Astaire y Ginger Rogers, Gene Kelly y Cyd Charisse o incluso Olivia Newton como cantante y John Travolta.

Dicho esto, el mayor problema del largometraje no es su concepción como musical de toda la vida, ni su cursilería evidente, ni siquiera la de los falsos bailarines y cantantes protagonistas. No, lo peor es que se trata de una obra vacía, lleno de tópicos y que se desarrolla con la monotonía de las estaciones del año a las que aquí se aluden. Damien Chazelle privilegio de lejos la forma sobre el fondo, muchos actores, largos planos secuencias, vestuario de colores o diseño de producción nostálgico. Pero lo que es la historia, eso es lo de menos. Lo que importa es la forma, no lo que se dice. Esta es la herencia de Derrida y compañía. Pero hay algo aún peor: que ésta no es una historia de amor. O mejor dicho, es una forma de concebir el amor de un modo antiromántico. Como decía Giddens, se trataría de un amor confluyente. Es decir, personas que se conciben de forma individual, con su vida y sus proyectos, que en un momento dado "confluyen" por interés pero que pueden separarse en cualquier momento. Nula pasión, idealización o implicación emocional. En el fondo se estorban para seguir sus "sueños". En una de las conversaciones más importantes de la película ella le acusa de abandonar los suyos y él le sale con cualquier respuesta, relevando que ella no es su sueño, ni él tampoco el de ella. Actuar y el jazz sí, el éxito sobre todo. Pero el amor, no hay lugar para él.
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