Ni pavo, ni alfombra, ni taburete, pero dicho entre pucheros de Drew Barrymore. Sorpresas que te da la vida o el cine. Una comedia que parece del montón pero que resulta tronchante. Luego viene la reflexión pesimista de la naturaleza humana. ¿Cómo es posible que con un especialista como Ben Stiller que cosecha éxito tras éxito en taquilla, incluso con algunas mediocres, la película no recaudara ni siquiera la mitad de lo invertido, aunque por un pelo? La explicación que me queda es que el público se ha acostumbrado a un tipo de humor grotesco, hiriente y casi siempre guarro, cosa que no es en ningún momento "Duplex" sino de gracia blanca, inofensiva e infantil por más que sea realmente una comedia negra muy del gusto de Danny DeVito como con su "Tira a mamá del tren" (1987). A lo sumo, hay varias secuencias de ensuciarse con porquerías, nada excesivo salvo para los estómagos más escrupulosos.

La cosa pinta bien desde antes de empezar. Nada más ver el argumento, una joven pareja que se hace con la casa de sus sueños a un precio inusualmente bajo porque cuenta con una inquilina, y luego a los tres protagonistas, el matrimonio y la anciana, es que no puedes quitarte la sonrisa de los labios. "Duplex" tiene un ritmo endemoniado, pasan infinidad de cosas, todas divertidas, en sólo 87 minutos. Ben Stiller se luce en situaciones ridículas pero Drew Barrymore, que además de encantadora está muy mona, no se queda atrás explotando esa vis cómica que le viene como anillo al dedo. Además, entre nosotros, tiene su morbo verla en caídas tontas o manchándose con suciedades. Se ve que se lo pasaron bomba rodándola, mirad la escena de la pelea de palmas, en la que como a Drew le da la risa floja, oculta su cabecita tras la almohada para partirse a gusto. Y nosotros también a carcajada limpia.