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Voto de random_play:
3
2010
Robert Kirkman (Creador), Frank Darabont ...
7,0
74.168
Serie de TV. Terror. Ciencia ficción
Serie de TV (2010-2022). 11 temporadas. 177 episodios. Tras un apocalipsis zombie, un grupo de supervivientes, dirigidos por el policía Rick Grimes, recorre los Estados Unidos para ponerse a salvo. Aunque el leit motiv de la serie -cuyo episodio piloto fue dirigido y escrito por Frank Darabont- sea el apocalipsis zombie, la narración se centra más en las relaciones entre los personajes, su evolución y comportamiento en las situaciones ... [+]
20 de marzo de 2012
54 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de una primera temporada en la que los guionistas nos hicieron ir todo el rato huyendo, viviendo en constante peligro, dando tumbos de aquí para allá y creando cierta tensión y expectación, los productores se dieron cuenta de que salía más barato mantenernos quietecitos en un sitio, sin dar tanta guerra por ahí y evitando localizaciones y efectos (ejem) especiales, porque nuestros fanboys iban a seguir nuestras andanzas aunque estuviésemos todo el día haciendo sudokus con el dedo meñique metido en la nariz.
Así pues, decidieron que en la segunda temporada (o, como lo conocemos entre nosotros, el Puto Desastre) acabáramos refugiados en una granja que parecía estar fuera de la influencia zombie para que la cosa se pudiese alargar durante 10 o 12 episodios a un precio razonable, que estamos en crisis. Así que, como no había mucho que hacer durante todo el santo día, porque en el mundo destruido que sale en la serie no hay tele, internet ni porno, nos dedicamos a las labores propias de una explotación agrícola y/o ganadera: dar de comer a las gallinas, recolectar huevos, recoger zanahorias, mirar el paisaje… En fin, cosas de esas para pasar el rato y estar un poco relajaos, que ya estaba bien de tanto trote cochinero.
Eso sí: entre una actividad agrícola y otra, hablamos. Hablamos mucho. Hablamos un montón. Hablamos de lo mal que está la cosa, de lo chungo que está el futuro, de lo mal que lo estamos pasando, de embarazos, de muerte, de destrucción… Pues eso, que hablamos, y lo hacemos en todas las puñeteras localizaciones que tiene la granja. Son un montón de episodios los que vamos a pasar aquí, y es importante explorar y explotar todas y cada una de las posibilidades de ese marco incomparable, así que hablamos en el porche por la noche, en el salón por la mañana, en el porche al atardecer, en los dormitorios, junto al camino, en el prado, junto al árbol, bajo el árbol, junto a la cerca, en el gallinero, en el salón por la noche, bajo el árbol al mediod… Eh, ¿qué es eso? ¿Un caminante? Pero ¿cómo se atreve? ¡Liquidémoslo, que está interrumpiendo nuestra charla trascendental! ¿Qué se cree que es esto? ¿Una serie de zombies? Por favor, que no nos perturben. Tenemos tantas cosas que decir… Tenemos que emplear todas nuestras fuerzas y el poco talento de los guionistas para tratar de darle a esto un tinte de profundísimo drama humano post apocalíptico sin conseguirlo, dando lugar, en cambio, a un patético quiero y no puedo que produce mucha vergüenza ajena y mucho, mucho, mucho aburrimiento.
Así pues, decidieron que en la segunda temporada (o, como lo conocemos entre nosotros, el Puto Desastre) acabáramos refugiados en una granja que parecía estar fuera de la influencia zombie para que la cosa se pudiese alargar durante 10 o 12 episodios a un precio razonable, que estamos en crisis. Así que, como no había mucho que hacer durante todo el santo día, porque en el mundo destruido que sale en la serie no hay tele, internet ni porno, nos dedicamos a las labores propias de una explotación agrícola y/o ganadera: dar de comer a las gallinas, recolectar huevos, recoger zanahorias, mirar el paisaje… En fin, cosas de esas para pasar el rato y estar un poco relajaos, que ya estaba bien de tanto trote cochinero.
Eso sí: entre una actividad agrícola y otra, hablamos. Hablamos mucho. Hablamos un montón. Hablamos de lo mal que está la cosa, de lo chungo que está el futuro, de lo mal que lo estamos pasando, de embarazos, de muerte, de destrucción… Pues eso, que hablamos, y lo hacemos en todas las puñeteras localizaciones que tiene la granja. Son un montón de episodios los que vamos a pasar aquí, y es importante explorar y explotar todas y cada una de las posibilidades de ese marco incomparable, así que hablamos en el porche por la noche, en el salón por la mañana, en el porche al atardecer, en los dormitorios, junto al camino, en el prado, junto al árbol, bajo el árbol, junto a la cerca, en el gallinero, en el salón por la noche, bajo el árbol al mediod… Eh, ¿qué es eso? ¿Un caminante? Pero ¿cómo se atreve? ¡Liquidémoslo, que está interrumpiendo nuestra charla trascendental! ¿Qué se cree que es esto? ¿Una serie de zombies? Por favor, que no nos perturben. Tenemos tantas cosas que decir… Tenemos que emplear todas nuestras fuerzas y el poco talento de los guionistas para tratar de darle a esto un tinte de profundísimo drama humano post apocalíptico sin conseguirlo, dando lugar, en cambio, a un patético quiero y no puedo que produce mucha vergüenza ajena y mucho, mucho, mucho aburrimiento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Claro, sí, sí, también es cierto que de cuando en cuando salimos a aventurarnos lejos de los límites de la casa de la pradera para conseguir medicinas o predictors, o para buscar a alguno de los nuestros, que andan por ahí fuera haciendo el gilipollas en una América infestada de zombis. Nosotros somos muy de arriesgar nuestra vida para buscar atontolinaos. Lo suyo es que en cada episodio alguno de nosotros se pierda (a ser posible Carl, el niño idiota del sombrero, que da como más penita y es hijo de los protas) y los demás no sepan dónde está, para darle emoción al asunto.
Aunque emoción, lo que se dice emoción, más bien poca. En realidad, a nuestro querido público creo hace tiempo que les da exactamente igual lo que nos pase. Estamos acabados. Somos un grupo de personajes planos e idiotas de antología, y lo único que esperan de nosotros es que nos devore los higadillos el primer caminante con el que nos crucemos. Y con razón. En realidad, mereceríamos que así fuera solo porque, a pesar de vivir bajo una amenaza constante, ni se nos pasa por la cabeza idear ningún tipo de plan para escapar de la granja de Pin y Pon en el caso de que los muertos vivientes invadan nuestro paraíso lleno de vida, sol, luz y color. Ni de coña. Ni se nos ocurre hacer acopio de gasolina y agua en los vehículos, ni una ruta de escape, ni un punto de encuentro. ¿Pá qué? ¿Quién ha dicho que haya que aplicar la lógica y el sentido común en una serie de terror y fantasía? Los protagonistas que carecen de esas cualidades son más fáciles de matar.
También lo son los personajes que no tenían mucho protagonismo: en el último episodio los han masacrado a todos de la forma más increíble y más estúpida (“Hola… He dicho dos frases en la 2ª temporada y conduzco la caravana hasta el granero para salvar al niño retrasado y a su padre y, acto seguido, abro la puerta del vehículo a dos docenas de caminantes para que se me zampen a gusto y así quitarme de en medio”).
¿Lo único bueno de esta temporada? Que se han cargado a Shane. Por fin. Estaba hasta las pelotas de “Voy a girar la cabeza y a echar una miradita superprofunda al infinito cada vez que digo mi texto” y de “Estoy muy enfadado y molesto… Me voy a tocar la cabeza alzando mucho los brazos mientras me alejo para demostrarlo”.
Aunque emoción, lo que se dice emoción, más bien poca. En realidad, a nuestro querido público creo hace tiempo que les da exactamente igual lo que nos pase. Estamos acabados. Somos un grupo de personajes planos e idiotas de antología, y lo único que esperan de nosotros es que nos devore los higadillos el primer caminante con el que nos crucemos. Y con razón. En realidad, mereceríamos que así fuera solo porque, a pesar de vivir bajo una amenaza constante, ni se nos pasa por la cabeza idear ningún tipo de plan para escapar de la granja de Pin y Pon en el caso de que los muertos vivientes invadan nuestro paraíso lleno de vida, sol, luz y color. Ni de coña. Ni se nos ocurre hacer acopio de gasolina y agua en los vehículos, ni una ruta de escape, ni un punto de encuentro. ¿Pá qué? ¿Quién ha dicho que haya que aplicar la lógica y el sentido común en una serie de terror y fantasía? Los protagonistas que carecen de esas cualidades son más fáciles de matar.
También lo son los personajes que no tenían mucho protagonismo: en el último episodio los han masacrado a todos de la forma más increíble y más estúpida (“Hola… He dicho dos frases en la 2ª temporada y conduzco la caravana hasta el granero para salvar al niño retrasado y a su padre y, acto seguido, abro la puerta del vehículo a dos docenas de caminantes para que se me zampen a gusto y así quitarme de en medio”).
¿Lo único bueno de esta temporada? Que se han cargado a Shane. Por fin. Estaba hasta las pelotas de “Voy a girar la cabeza y a echar una miradita superprofunda al infinito cada vez que digo mi texto” y de “Estoy muy enfadado y molesto… Me voy a tocar la cabeza alzando mucho los brazos mientras me alejo para demostrarlo”.